LOS VERSOS DEL CAPITAN
- EN TI LA TIERRA
-
- Pequeña
- rosa,
- rosa pequeña,
- a veces,
- diminuta y desnuda,
- parece
- que en una mano mía
- cabes,
- que así voy a cerrarte
- y llevarte a mi boca,
- pero
- de pronto
- mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios, has crecido,
- suben tus hombros como dos colinas,
- tus pechos se pasean por mi pecho,
- mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
- línea de luna nueva que tiene tu cintura:
- en el amor como agua de mar te has desatado:
- mido apenas los ojos más extensos del cielo
- y me inclino a tu boca para besar la tierra.
- LA REINA
-
- Yo te he nombrado reina.
- Hay más altas que tú, más altas.
- Hay más puras que tú, más puras.
- Hay más bellas que tú, hay más bellas.
- Pero tú eres la reina.
- Cuando vas por las calles
- nadie te reconoce.
- Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira
- la alfombra de oro rojo
- que pisas donde pasas,
- la alfombra que no existe.
-
- Y cuando asomas
- suenan todos los ríos
- en mi cuerpo, sacuden
- el cielo las campanas,
- y un himno llena el mundo.
-
- Sólo tú y Yo,
- sólo tú y yo, amor mío,
- lo escuchamos.
- EL ALFARERO
-
- Todo tu cuerpo tiene
- copa o dulzura destinada a mí.
-
- Cuando subo la mano
- encuentro en cada sitio una paloma
- que me buscaba, como si te hubieran, amor, hecho de arcilla
- para mis propias manos de alfarero.
-
- Tus rodillas, tus senos,
- tu cintura faltan en mí como en el hueco
- de una tierra sedienta
- de la que desprendieron
- una forma,
- y juntos
- somos completos como un solo río,
- como una sola arena.
- 8 DE SEPTIEMBRE
-
- Hoy, este día fue una copa plena,
- hoy, este día fue la inmensa ola,
- hoy, fue toda la tierra.
-
- Hoy el mar tempestuoso
- nos levantó en un beso tan alto que temblamos
- a la luz de un relámpago
- y, atados, descendimos
- a sumergirnos sin desenlazarnos.
-
- Hoy nuestros cuerpos se hicieron extensos,
- crecieron hasta el límite del mundo
- y rodaron fundiéndose
- en una sola gota
- de cera o meteoro.
-
- Entre tú y yo se abrió una nueva puerta
- y alguien, sin rostro aún,
- allí nos esperaba.
-
-
- TUS PIES
-
- Cuando no puedo mirar tu cara
- miro tus pies.
-
- Tus pies de hueso arqueado,
- tus pequeños pies duros.
-
- Yo sé que te sostienen,
- y que tu dulce peso
- sobre ellos se levanta.
-
- Tu cintura y tus pechos,
- la duplicada púrpura de tus pezones,
- la caja de tus ojos que recién han volado,
- tu ancha boca de fruta,
- tu cabellera roja,
- pequeña torre mía.
-
- Pero no amo tus pies
- sino porque anduvieron
- sobre la tierra y sobre
- el viento y sobre el agua,
- hasta que me encontraron.
- TUS MANOS
-
- Cuando tus manos salen,
- y amor, hacia las mías,
- qué me traen volando?
- Por qué se detuvieron en mi boca,
- de pronto,
- por qué las reconozco
- como si entonces antes,
- las hubiera tocado,
- como si antes de ser
- hubieran recorrido
- mi frente, mi cintura?
-
- Su suavidad venía
- volando sobre el tiempo,
- sobre el mar, sobre el humo,
- sobre la primavera,
- y cuando tú pusiste
- tus manos en mi pecho,
- reconocí esas alas
- de paloma dorada,
- reconocí esa greda
- y ese color de trigo.
-
- Los años de mi vida
- yo caminé buscándolas.
- Subí las escaleras,
- crucé los arrecifes,
- me llevaron los trenes,
- las aguas me trajeron,
- y en la piel de las uvas
- me pareció tocarte.
- La madera de pronto
- me trajo tu contacto,
- la almendra me anunciaba
- tu suavidad secreta,
- hasta que se cerraron
- tus manos en mi pecho
- y allí como dos alas
- terminaron su viaje.
-
-
- TU RISA
-
- Quítame el pan si quieres,
- quítame el aire, pero
- no me quites tu risa.
-
- No me quites la rosa,
- la lanza que desgranas,
- el agua que de pronto
- estalla en tu alegría,
- la repentina ola
- de planta que te nace.
-
- Mi lucha es dura y vuelvo
- con los ojos cansados
- a veces de haber visto
- la tierra que no cambia,
- pero al entrar tu risa
- sube al cielo buscándome
- y abre para mí
- todas las puertas de la vida.
-
- Amor mío, en la hora
- más oscura desgrana
- tu risa, y si de pronto
- ves que mi sangre mancha
- las piedras de la calle,
- ríe, porque tu risa
- será para mis manos
- como una espada fresca.
-
- Junto al mar en otoño,
- tu risa debe alzar
- su cascada de espuma,
- y en primavera, amor,
- quiero tu risa como
- la flor que yo esperaba,
- la flor azul, la rosa
- de mi patria sonora.
-
- Ríete de la noche,
- del día, de la luna,
- ríete de las calles
- torcidas de la isla,
- ríete de este torpe
- muchacho que te quiere,
- pero cuando yo abro
- los ojos y los cierro,
- cuando mis pasos van,
- cuando vuelven mis pasos,
- niégame el pan, el aire,
- la luz, la primavera,
- pero tu risa nunca
- porque me moriría.
- EL INCONSTANTE
-
- Los ojos se me fueron
- detrás de una morena que pasó.
-
- Era de nácar negro,
- era de uvas moradas,
- y me azotó la sangre
- con su cola de fuego.
-
- Detrás de todas
- me voy.
-
- Pasó una clara rubia
- como una planta de oro
- balanceando sus dones.
- Y mi boca se fue
- como una ola
- descargando en su pecho
- relámpagos de sangre.
-
- Detrás de todas
- me voy.
-
- Pero a ti, sin moverme,
- sin verte, tú distante,
- van mi sangre y mis besos,
- morena y clara mía,
- alta y pequeña mía,
- ancha y delgada mía,
- mi fea, mi hermosura,
- hecha de todo el oro
- y de toda la plata,
- hecha de todo el trigo
- y de toda la tierra,
- hecha de toda el agua
- de las olas marinas,
- hecha para mis brazos,
- hecha para mis besos,
- hecha para mi alma.
- LA NOCHE EN LA ISLA
-
- Toda la noche he dormido contigo
- junto al mar, en la isla.
- Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
- entre el fuego y el agua.
-
- Tal vez muy tarde
- nuestros sueños se unieron
- en lo alto o en el fondo,
- arriba como ramas que un mismo viento mueve,
- abajo como rojas raíces que se tocan.
-
- Tal vez tu sueño
- se separó del mío
- y por el mar oscuro
- me buscaba como antes,
- cuando aún no existías,
- cuando sin divisarse navegué por tu lado,
- y tus ojos buscaban lo que ahora
- -pan, vino, amor y cólera-
- te doy a manos llenas
- porque tú eres la copa
- que esperaba los dones de mi vida.
-
- He dormido contigo
- toda la noche mientras
- la oscura tierra gira
- con vivos y con muertos,
- y al despertar de pronto
- en medio de la sombra
- mi brazo rodeaba tu cintura.
- Ni la noche, ni el sueño
- pudieron separarnos.
-
- He dormido contigo
- y al despertar tu boca
- salida de tu sueño
- me dio el sabor de tierra,
- de agua marina, de algas,
- del fondo de tu vida,
- y recibí tu beso
- mojado por la aurora
- como si me llegara
- del mar que nos rodea.
- EL VIENTO EN LA ISLA
-
- El viento es un caballo:
- óyelo cómo corre
- por el mar, por el cielo.
-
- Quiere llevarme: escucha
- cómo recorre el mundo
- para llevarme lejos.
-
- Escóndeme en tus brazos
- por esta noche sola,
- mientras la lluvia rompe
- contra el mar y la tierra
- su boca innumerable.
-
- Escucha cómo el viento
- me llama galopando
- para llevarme lejos.
-
- Con tu frente en mi frente,
- con tu boca en mi boca,
- atados nuestros cuerpos
- al amor que nos quema,
- deja que el viento pase
- sin que pueda llevarme.
-
- Deja que el viento corra
- coronado de espuma,
- que me llame y me busque
- galopando en la sombra,
- mientras yo, sumergido
- bajo tus grandes ojos,
- por esta noche sola
- descansaré, amormío.
- LA INFINITA
-
- Ves estas manos? Han medido
- la tierra, han separado
- los minerales y los cereales,
- han hecho la paz y la guerra,
- han derribado las distancias
- de todos los mares y ríos,
- y sin embargo
- cuando te recorren
- a ti, pequeña, grano de trigo, alondra,
- no alcanzan a abarcarle,
- se cansan alcanzando
- las palomas gemelas
- que reposan o vuelan en tu pecho,
- recorren las distancias de tus piernas,
- se enrollan en la luz de tu cintura.
- Para mí eres tesoro más cargado
- de inmensidad que el mar y sus racimos
- y eres blanca y azul y extensa como
- la tierra en la vendimia.
- En ese territorio,
- de tus pies a tu frente,
- andando, andando, andando,
- me pasaré la vida.
- BELLA
-
- Bella,
- como en la piedra fresca
- del manantial, el agua
- abre un ancho relámpago de espuma,
- así es la sonrisa en tu rostro,
- bella.
-
- Bella,
- de finas manos y delgados pies
- como un caballito de plata,
- andando, flor del mundo,
- así te veo,
- bella.
-
- Bella,
- con un nido de cobre enmarañado
- en tu cabeza, un nido
- color de miel sombría
- donde mi corazón arde y reposa,
- bella.
-
- Bella,
- no te caben los ojos en la cara,
- no te caben los ojos en la tierra.
- Hay países, hay ríos,
- en tus ojos,
- mi patria está en tus ojos,
- yo camino por ellos,
- ellos dan luz al mundo
- por donde yo camino,
- bella.
-
- Bella,
- tus senos son como dos panes hechos
- de tierra cereal y luna de oro,
- bella.
-
- Bella,
- tu cintura
- la hizo mi brazo como un río cuando
- pasó mil años por tu dulce cuerpo,
- bella.
-
- Bella,
- no hay nada como tus caderas,
- tal vez la tierra tiene
- en algún sitio oculto
- la curva y el aroma de tu cuerpo,
- tal vez en algún sitio,
- bella.
-
- Bella, mi bella,
- tu voz, tu piel, tus uñas,
- bella, mi bella,
- tu ser, tu luz, tu sombra,
- bella,
- todo eso es mío, bella,
- todo eso es mío, mía,
- cuando andas o reposas,
- cuando cantas o duermes,
- cuando sufres o sueñas,
- siempre,
- cuando estás cerca o lejos,
- siempre,
- eres mía, mi bella,
- siempre.
- LA RAMA ROBADA
-
- En la noche entraremos
- a robar
- una rama florida.
-
- Pasaremos el muro,
- en las tinieblas del jardín ajeno,
- dos sombras en la sombra.
-
- Aún no se fue el invierno,
- y el manzano aparece
- convertido de pronto
- en cascada de estrellas olorosas.
- En la noche entraremos
- hasta su tembloroso firmamento,
- y tus pequeñas manos y las mías
- robarán las estrellas.
-
- Y sigilosamente,
- a nuestra casa,
- en la noche y en la sombra,
- entrará con tus pasos
- el silencioso paso del perfume
- y con pies estrellados
- el cuerpo claro de la primavera.
- EL HIJO
-
- Ay hijo, sabes, sabes
- de dónde vienes?
-
- De un lago con gaviotas
- blancas y hambrientas.
-
- Junto al agua de invierno
- ella y yo levantamos
- una fogata roja
- gastándonos los labios
- de besarnos el alma,
- echando al fuego todo,
- quemándonos la vida.
-
- Así llegaste al mundo.
-
- Pero ella para verme
- y para verte un día
- atravesó los mares
- y yo para abrazar
- su pequeña cintura
- toda la tierra anduve,
- con guerras y montañas,
- con arenas y espinas.
- Así llegaste al mundo.
-
- De tantos sitios vienes,
- del agua y de la tierra,
- del fuego y de la nieve,
- de tan lejos caminas
- hacia nosotros dos,
- desde el amor terrible
- que nos ha encadenado,
- que queremos saber
- cómo eres, qué nos dices,
- porque tú sabes más
- del mundo que te dimos.
-
- Como una gran tormenta
- sacudimos nosotros
- el árbol de la vida
- hasta las más ocultas
- fibras de las raíces
- y apareces ahora
- cantando en el follaje,
- en la más alta rama
- que contigo alcanzamos.
- LA TIERRA
-
- La tierra verde se ha entregado
- a todo lo amarillo, oro, cosechas,
- terrones, hojas, grano,
- pero cuando el otoño se levanta
- con su estandarte extenso
- eres tú la que veo,
- es para mí tu cabellera
- la que reparte las espigas.
-
- Veo los monumentos
- de antigua piedra rota,
- pero si toco
- la cicatriz de piedra
- tu cuerpo me responde,
- mis dedos reconocen
- de pronto, estremecidos,
- tu caliente dulzura.
-
- Entre los héroes paso
- recién condecorados
- por la tierra y la pólvora
- y detrás de ellos, muda,
- con tus pequeños pasos,
- eres o no eres?
-
- Ayer cuando sacaron
- de raíz, para verlo,
- el viejo árbol enano
- te vi salir mirándome
- desde las torturadas
- y sedientas raíces.
-
- Y cuando viene el sueño
- a extenderme y llevarme
- a mi propio silencio
- hay un gran viento blanco
- que derriba mi sueño
- y caen de él las hojas,
- caen como cuchillos
- sobre mí desangrándome.
-
- Y cada herida tiene
- la forma de tu boca.
- AUSENCIA
-
- Apenas te he dejado,
- vas en mí, cristalina
- o temblorosa,
- o inquieta, herida por mí mismo
- o colmada de amor, como cuando tus ojos
- se cierran sobre el don de la vida
- que sin cesar te entrego.
-
- Amor mío,
- nos hemos encontrado
- sedientos y nos hemos
- bebido toda el agua y la sangre,
- nos encontramos
- con hambre
- y nos mordimos
- como el fuego muerde,
- dejándonos heridas.
-
- Pero espérame,
- guárdame tu dulzura.
- Yo te daré también
- una rosa.
-
-
- El deseo
-
- EL TIGRE
-
- Soy el tigre.
- Te acecho entre las hojas
- anchas como lingotes
- de mineral mojado.
-
- El río blanco crece
- bajo la niebla. Llegas.
-
- Desnuda te sumerges.
- Espero.
-
- Entonces en un salto
- de fuego, sangre, dientes,
- de un zarpazo derribo
- tu pecho, tus caderas.
-
- Bebo tu sangre, rompo
- tus miembros uno a uno.
-
- Y me quedo velando
- por años en la selva
- tus huesos, tu ceniza,
- inmóvil,
- lejos del odio y de la cólera,
- desarmado en tu muerte,
- cruzado por las lianas,
- inmóvil en la lluvia,
- centinela implacable
- de mi amor asesino.
- EL CÓNDOR
-
- Yo soy el cóndor, vuelo
- sobre ti que caminas
- y de pronto en un ruedo
- de viento, pluma, garras,
- te asalto y te levanto
- en un ciclón silbante
- de huracanado frío.
-
- Y a mi torre de nieve,
- a mi guarida negra
- te llevo y sola vives,
- y te llenas de plumas
- y vuelas sobre el mundo,
- inmóvil, en la altura.
-
- Hembra cóndor, saltemos
- sobre esta presa roja,
- desgarremos la vida
- que pasa palpitando
- y levantemos juntos
- nuestro vuelo salvaje.
- EL INSECTO
-
- De tus caderas a tus pies
- quiero hacer un largo viaje.
-
- Soy más pequeño que un insecto.
-
- Voy por estas colinas,
- son de color de avena,
- tienen delgadas huellas
- que sólo yo conozco,
- centímetros quemados,
- pálidas perspectivas.
- Aquí hay una montaña.
- No saldré nunca de ella.
- Oh qué musgo gigante!
- Y un cráter, una rosa
- de fuego humedecido!
-
- Por tus piernas desciendo
- hilando una espiral
- o durmiendo en el viaje
- y llego a tus rodillas
- de redonda dureza
- como a las cimas duras
- de un claro continente.
-
- Hacia tus pies resbalo,
- a las ocho aberturas,
- de tus dedos agudos,
- lentos, peninsulares,
- y de ellos al vacío
- de la sábana blanca
- caigo, buscando ciego
- y hambriento tu contorno
- de vasija quemante!
-
- Las furias
-
- EL AMOR
-
- Qué tienes, qué tenemos,
- qué nos pasa?
- Ay nuestro amor es una cuerda dura
- que nos amarra hiriéndonos
- y si queremos
- salir de nuestra herida,
- separarnos,
- nos hace un nuevo nudo y nos condena
- a desangrarnos y quemarnos juntos.
-
- Qué tienes? Yo te miro
- y no hallo nada en ti sino dos ojos
- como todos los ojos, una boca
- perdida entre mil bocas que besé, más hermosas,
- un cuerpo igual a los que resbalaron
- bajo mi cuerpo sin dejar memoria.
-
- Y qué vacía por el mundo ibas
- como una jarra de color de trigo
- sin aire, sin sonido, sin substancia!
- Yo busqué en vano en ti
- profundidad para mis brazos
- que excavan, sin cesar, bajo la tierra:
- bajo tu piel, bajo tus ojos nada,
- bajo tu doble pecho levantado
- apenas
- una corriente de orden cristalino
- que no sabe por qué corre cantando.
- Por qué, por qué, por qué, amor mío, por qué?
- SIEMPRE
-
- Antes de mí
- no tengo celos.
-
- Ven con un hombre
- a la espalda,
- ven con cien hombres en tu cabellera,
- ven con mil hombres entre tu pecho y tus pies,
- ven como un río
- lleno de ahogados
- que encuentra el mar furioso,
- la espuma eterna, el tiempo!
-
- Tráelos todos
- adonde yo te espero:
- siempre estaremos solos,
- siempre estaremos tú y yo
- solos sobre la tierra
- para comenzar la vida!
- EL DESVÍO
-
- Si tu pie se desvía de nuevo,
- será cortado.
-
- Si tu mano te lleva
- a otro camino
- se caerá podrida.
-
- Si me apartas tu vida
- morirás
- aunque vivas.
-
- Seguirás muerta o sombra,
- andando sin mí por la tierra.
- LA PREGUNTA
-
- Amor, una pregunta
- te ha destrozado.
-
- Yo he regresado a ti
- desde la incertidumbre con espinas.
-
- Te quiero recta como
- la espada o el camino.
-
- Pero te empeñas
- en guardar un recodo
- de sombra que no quiero.
-
- Amor mío,
- compréndeme,
- te quiero toda,
- de ojos a pies, a uñas,
- por dentro,
- toda la claridad, la que guardabas.
-
- Soy yo, amor mío,
- quien golpea tu puerta.
- No es el es el fantasma, no es
- el que antes se detuvo
- en tu ventana.
- yo echo la puerta abajo:
- Yo entro en toda tu vida:
- vengo a vivir en tu alma:
- tú no puedes conmigo.
-
- Tienes que abrir puerta a puerta,
- tienes que obedecerme,
- tienes que abrir los ojos
- para que busque en ellos,
- tienes que ver cómo ando
- con pasos pesados
- por todos los caminos
- que, ciegos, me esperaban.
-
- No me temas,
- soy tuyo,
- pero
- no soy el pasajero ni el mendigo,
- soy tu dueño,
- el que tú esperabas,
- y ahora entro
- en tu vida,
- para no salir más,
- amor, amor, amor,
- para quedarme.
- LA PRÓDIGA
-
- Yo te escogí entre todas las mujeres
- para que repitieras
- sobre la tierra
- mi corazón que baila con espigas
- o lucha sin cuartel cuando hace falta.
-
- Yo te pregunto, dónde está mi hijo?
-
- No me esperaba en ti, reconociéndome,
- Y diciéndome: "Llámame para salir sobre la tierra
- Y continuar tus luchas y tus cantos?"
-
- Devuélveme a mi hijo!
-
- Lo has olvidado en las puertas
- del placer, oh pródiga enemiga,
- has olvidado que viniste a esta cita,
- la más profunda, aquella
- en que los dos, unidos, seguiremos hablando
- por su boca, amor mío,
- ay, todo aquello que no alcanzamos a decirnos?
-
- Cuando yo te levanto en una ola
- de fuego y sangre, y se duplica
- la vida entre nosotros, acuérdate,
- que alguien nos llama
- como nadie jamás nos ha llamado
- y que no respondemos
- y nos quedamos solos y cobardes
- ante la vida que negamos.
-
- Pródiga,
- abre las puertas,
- y que en tu corazón
- el nudo ciego
- se desenlace y vuele
- con tu sangre y la mía
- por el mundo!
- EL DAÑO
-
- Te he hecho daño, alma mía,
- he desgarrado tu alma.
-
- Entiéndeme.
- Todos saben quién soy,
- pero ese Soy
- es además un hombre
- para ti.
-
- En ti vacilo, caigo
- y me levanto ardiendo.
- Tú entre todos los seres
- tienes derecho
- a verme débil.
- Y tu pequeña mano
- de pan y de guitarra
- debe tocar mi pecho
- cuando sale al combate.
-
- Por eso busco en ti la firme piedra.
- Ásperas manos en tu sangre clavo
- buscando tu firmeza
- y la profundidad que necesito,
- y si no encuentro
- sino tu risa de metal, si no hallo
- nada en qué sostener mis duros pasos,
- adorada, recibe mi tristeza y mi cólera,
- mis manos enemigas
- destruyéndote un poco
- para que te levantes de la arcilla,
- hecha de nuevo para mis combates.
- EL POZO
-
- A veces te hundes, caes
- en tu agujero de silencio,
- en tu abismo de cólera orgullosa,
- y apenas puedes
- volver, aún con jirones
- de lo que hallaste
- en la profundidad de tu existencia.
-
- Amor mío, qué encuentras en tu pozo cerrado?
- Algas, ciénagas, rocas?
- Qué ves con ojos ciegos,
- rencorosa y herida?
-
- Mi vida, no hallarás
- en el pozo en que caes
- lo que yo guardo para ti en la altura:
- un ramo de jazmines con rocío
- un beso más profundo que tu abismo.
-
- No me temas, no caigas
- en tu rencor de nuevo.
- Sacude la palabra mía que vino a herirte
- y déjala que vuele por la ventana abierta.
- Ella volverá a herirme
- sin que tú la dirijas
- puesto que fue cargada con un instante duro
- y ese instante será desarmado en mi pecho.
-
- Sonríeme radiosa
- si mi boca te hiere.
- No soy un pastor dulce
- como en los cuentos de hadas,
- sino un buen leñador que comparte contigo
- tierra, viento y espinas de los montes.
-
- Ámame, tú, sonríeme,
- ayúdame a ser bueno.
- No te hieras en mí, que será inútil,
- no me hieras a mí porque te hieres.
- EL SUEÑO
-
- Andando en las arenas
- yo decidí dejarte.
-
- Pisaba un barro oscuro
- que temblaba,
- y hundiéndome y saliendo
- decidí que salieras
- de mí, que me pesabas
- como piedra cortante,
- y elaboré tu pérdida
- paso a paso:
- cortarte las raíces,
- soltarte sola al viento.
-
- Ay, en ese minuto,
- corazón mío, un sueño
- con sus alas terribles te cubría.
-
- Te sentías tragada por el barro,
- y me llamabas y yo no acudía,
- te ibas, inmóvil,
- sin defenderte
- hasta ahogarte en la boca de arena.
-
- Después
- mi decisión se encontró con tu sueño,
- y desde la ruptura
- que nos quebraba el alma,
- surgimos limpios otra vez, desnudos,
- amándonos
- sin sueño, sin arena,
- completos y radiantes,
- sellados por el fuego.
- SI TÚ ME OLVIDAS
-
- Quiero que sepas
- una cosa.
-
- Tú sabes cómo es esto:
- si miro
- la luna de cristal, la rama roja
- del lento otoño en mi ventana,
- si toco
- junto al fuego
- la impalpable ceniza
- o el arrugado cuerpo de la leña,
- todo me lleva a ti,
- como si todo lo que existe,
- aromas, luz, metales,
- fueran pequeños barcos que navegan
- hacia las islas tuyas que me aguardan.
-
- Ahora bien,
- si poco a poco dejas de quererme
- dejaré de quererte poco a poco.
-
- Si de pronto
- me olvidas
- no me busques
- que ya te habré olvidado.
-
- Si consideras largo y loco
- el viento de banderas
- que pasa por mi vida y te decides
- a dejarme a la orilla
- del corazón en que tengo raíces,
- piensa
- que en ese día,
- a esa hora
- levantaré los brazos
- y saldrán mis raíces
- a buscar otra tierra.
-
- Pero
- si cada día,
- cada hora
- sientes que a mí estás destinada
- con dulzura implacable.
- Si cada día sube
- una flor a tus labios a buscarme,
- ay amor mío, ay mía,
- en mí todo ese fuego se repite,
- en mí nada se apaga ni se olvida,
- mi amor se nutre de tu amor, amada,
- y mientras vivas estará en tus brazos
- sin salir de los míos.
- EL OLVIDO
-
- Todo el amor en una copa
- ancha como la tierra, todo
- el amor con estrellas y espinas
- te di, pero anduviste
- con pies pequeños, con tacones sucios
- sobre el fuego, apagándolo.
-
- Ay gran amor, pequeña amada!
-
- No me detuve en la lucha.
- No dejé de marchar hacia la vida,
- hacia la paz, hacia el pan para todos,
- pero te alcé en mis brazos
- y te clavé a mis besos y te miré como jamás
- volverán a mirarte ojos humanos.
-
- Ay gran amor, pequeña amada!
-
- Entonces no mediste mi estatura,
- y al hombre que para ti apartó
- la sangre, el trigo, el agua
- confundiste
- con el pequeño insecto que te cayó en la falda.
-
- Ay gran amor, pequeña amada!
-
- No esperes que te mire en la distancia
- hacia atrás, permanece
- con lo que te dejé, pasea
- con mi fotografía traicionada,
- yo seguiré marchando,
- abriendo anchos caminos contra la sombra, haciendo
- suave la tierra, repartiendo
- la estrella para los que vienen.
-
- Quédate en el camino.
- Ha llegado la noche para ti.
- Tal vez de madrugada nos veremos de nuevo.
-
- Ay gran amor, pequeña amada!
- LAS MUCHACHAS
-
- Muchachas que buscabais
- el gran amor, el gran amor terrible,
- qué ha pasado, muchachas?
-
- Tal vez
- el tiempo, el tiempo!
-
- Porque ahora,
- aquí está, ved cómo pasa
- arrastrando las piedras celestes,
- destrozando las flores y las hojas,
- con un ruido de espumas azotadas
- contra todas las piedras de tu mundo,
- con un olor de esperma y de jazmines,
- junto a la luna sangrienta!
-
- Y ahora
- tocas el agua con tus pies pequeños,
- con tu pequeño corazón
- y no sabes qué hacer!
-
- Son mejores
- ciertos viajes nocturnos,
- ciertos departamentos,
- ciertos divertidísimos paseos,
- ciertos bailes sin mayor consecuencia
- que continuar el viaje!
-
- Muérete de miedo o de frío,
- o de duda,
- que yo con mis grandes pasos
- la encontraré,
- dentro de ti
- o lejos de ti,
- y ella me encontrará,
- la que no temblará frente al amor,
- la que estará fundida conmigo
- en la vida o la muerte!
- TÚ VENÍAS
-
- No me has hecho sufrir
- sino esperar.
-
- Aquellas horas
- enmarañadas, llenas
- de serpientes,
- cuando
- se me caía el alma y me ahogaba,
- tú venías andando,
- tú venías desnuda y arañada,
- tú llegabas sangrienta hasta mi lecho,
- novia mía,
- y entonces
- toda la noche caminamos
- durmiendo
- y cuando despertamos
- eras intacta y nueva,
- como si el grave viento de los sueños
- de nuevo hubiera dado
- fuego a tu cabellera
- y en trigo y plata hubiera sumergido
- tu cuerpo hasta dejarlo deslumbrante.
-
- Yo no sufrí amor mío,
- yo sólo te esperaba.
- Tenías que cambiar de corazón
- y de mirada
- después de haber tocado la profunda
- zona de mar que te entregó mi pecho.
- Tenías que salir del agua
- pura como una gota levantada
- por una ola nocturna.
-
- Novia mía, tuviste
- que morir y nacer, yo te esperaba
- Yo no sufrí buscándote,
- sabía que vendrías,
- una nueva mujer con lo que adoro
- de la que no adoraba,
- con tus ojos, tus manos y tu boca
- pero con otro corazón
- que amaneció a mi lado
- como si siempre hubiera estado allí
- para seguir conmigo para siempre.
-
-
- Las vidas
-
- EL MONTE Y EL RÍO
-
- En mi patria hay un monte.
- En mi patria hay un río.
-
- Ven conmigo.
-
- La noche al monte sube.
- El hambre baja al río.
-
- Ven conmigo.
-
- Quiénes son los que sufren?
- No sé, pero son míos.
-
- Ven conmigo.
-
- No sé, pero me llaman
- y me dicen: "Sufrimos".
-
- Ven conmigo.
-
- Y me dicen: "Tu pueblo,
- tu pueblo desdichado,
- entre el monte y el río,
-
- con hambre y con dolores,
- no quiere luchar solo,
- te está esperando, amigo".
-
- Oh tú, la que yo amo,
- pequeña, grano rojo
- de trigo,
- será dura la lucha,
- la vida será dura,
- pero vendrás conmigo.
- LA POBREZA
-
- Ay no quieres,
- te asusta
- la pobreza,
-
- no quieres
- ir con zapatos rotos al mercado
- y volver con el viejo vestido.
-
- Amor, no amamos,
- como quieren los ricos,
- la miseria. Nosotros
- la extirparemos como diente maligno
- que hasta ahora ha mordido el corazón del hombre.
-
- Pero no quiero
- que la temas.
- Si llega por mi culpa a tu morada,
- si la pobreza expulsa
- tus zapatos dorados,
- que no expulse tu risa que es el pan de mi vida.
- Si no puedes pagar el alquiler
- sal al trabajo con paso orgulloso,
- y piensa, amor, que yo te estoy mirando
- y somos juntos la mayor riqueza
- que jamás se reunió sobre la tierra.
- LAS VIDAS
-
- Ay qué incómoda a veces
- te siento
- conmigo, vencedor entre los hombres!
- Porque no sabes
- que conmigo vencieron
- miles de rostros que no puedes ver,
- miles de pies y pechos que marcharon conmigo,
- que no soy,
- que no existo,
- ¿ue sólo soy la frente de los que van conmigo,
- que soy más fuerte
- porque llevo en mí
- no mí pequeña vida
- sino todas las vidas,
- y ando seguro hacia adelante
- porque tengo mil ojos,
- golpeo con peso de piedra
- porque tengo mil manos
- y mi voz se oye en las orillas
- de todas las tierras
- porque es la voz de todos
- los que no hablaron,
- de los que no cantaron
- y cantan hoy con esta boca
- que a ti te besa.
- LA BANDERA
-
- Levántate conmigo.
-
- Nadie quisiera
- como yo quedarse
- sobre la almohada en que tus párpados
- quieren cerrar el mundo para mí.
- Allí también quisiera
- dejar dormir mi sangre
- rodeando tu dulzura.
-
- Pero levántate,
- tú, levántate,
- pero conmigo levántate
- y salgamos reunidos
- a luchar cuerpo a cuerpo
- contra las telarañas del malvado,
- contra el sistema que reparte el hambre,
- contra la organización de la miseria.
-
- Vamos,
- y tú, mi estrella, junto a mí,
- recién nacida de mi propia arcilla,
- ya habrás hallado el manantial que ocultas
- y en medio del fuego estarás junto a mí,
- con tus ojos bravíos, alzando mi bandera.
- EL AMOR DEL SOLDADO
-
- En plena guerra te llevó la vida
- a ser el amor del soldado.
-
- Con tu pobre vestido de seda,
- tus uñas de piedra falsa
- te tocó caminar por el fuego.
-
- Ven acá, vagabunda,
- ven a beber sobre mi pecho
- rojo rocío.
-
- No querías saber dónde andabas,
- eras la compañera de baile,
- no tenías partido ni patria.
-
- Y ahora a mi lado caminando
- ves que conmigo va la vida
- y que detrás está la muerte.
-
- Ya no puedes volver a bailar
- con tu traje de seda en la sala.
- Te vas a romper los zapatos,
- pero vas a crecer en la marcha.
-
- Tienes que andar sobre las espinas
- dejando gotitas de sangre.
-
- Bésame de nuevo, querida.
-
- Limpia ese fusil, camarada.
- NO SÓLO EL FUEGO
-
- Ay sí, recuerdo,
- ay tus ojos cerrados
- como llenos por dentro de luz negra,
- todo tu cuerpo como una mano abierta,
- como un racimo blanco de la luna,
- y el éxtasis,
- cuando nos mata un rayo,
- cuando un puñal nos hiere en las raíces
- y nos rompe una luz la cabellera,
- y cuando
- vamos de nuevo
- volviendo a la vida,
- como si del océano saliéramos,
- como si del naufragio
- volviéramos heridos
- entre las piedras y las algas rojas.
-
- Pero
- hay otros recuerdos,
- no sólo flores del incendio,
- sino pequeños brotes
- que aparecen de pronto
- cuando voy en los trenes
- o en las calles.
-
- Te veo
- lavando mis pañuelos,
- colgando en la ventana
- mis calcetines rotos,
- tu figura en que todo,
- todo el placer como una llamarada
- cayó sin destruirte,
- de nuevo,
- mujercita
- de cada día,
- de nuevo ser humano,
- humildemente humano,
- soberbiamente pobre,
- como tienes que ser para que seas
- no la rápida rosa
- que la ceniza del amor deshace,
- sino toda la vida,
- toda la vida con jabón y agujas,
- con el aroma que amo
- de la cocina que tal vez no tendremos
- y en que tu mano entre las papas fritas
- y tu boca cantando en invierno
- mientras llega el asado
- serían para mí la permanencia
- de la felicidad sobre la tierra.
-
- Ay vida mía,
- no sólo el fuego entre nosotros arde,
- si no toda la vida,
- la simple historia,
- el simple amor
- de una mujer y un hombre
- parecidos a todos.
- LA MUERTA
-
- Si de pronto no existes,
- si de pronto no vives,
- yo seguiré viviendo.
- No me atrevo,
- no me atrevo a escribirlo,
- si te mueres.
-
- Yo seguiré viviendo.
-
- Porque donde no tiene voz un hombre
- allí, mi voz.
-
- Donde los negros sean apaleados
- yo no puedo estar muerto.
- Cuando entren en la cárcel mis hermanos
- entraré yo con ellos.
-
- Cuando la victoria,
- no mi victoria,
- sino la gran victoria
- llegue
- aunque esté mudo debo hablar:
- yo la veré llegar aunque esté ciego.
-
- No, perdóname.
- Si tú no vives,
- si
- tú, querida, amor mío,
- si tú
- te has muerto,
- todas las hojas caerán en mi pecho,
- lloverá sobre mi alma noche y día,
- la nieve quemará mi corazón,
- andaré con frío y fuego y muerte y nieve,
- mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes,
- pero
- seguiré vivo,
- porque tú me quisiste sobre todas las cosas
- indomable,
- y, amor, porque tú sabes que soy no sólo un hombre
- sino todos los hombres.
- PEQUEÑA AMÉRICA
-
- Cuando miro la forma
- de América en el mapa,
- amor, a ti te veo:
- las alturas del cobre en tu cabeza,
- tus pechos, trigo y nieve,
- tu cintura delgada,
- veloces ríos que palpitan, dulces
- colinas y praderas
- y en el frío del sur tus pies terminan
- su geografía de oro duplicado.
-
- Amor, cuando te toco
- no sólo han recorrido
- mis manos tu delicia,
- sino ramas y tierras, frutas y agua,
- la primavera que amo,
- la luna del desierto, el pecho
- de la paloma salvaje,
- la suavidad de las piedras gastadas
- por las aguas del mar o de los ríos
- y la espesura roja
- del matorral en donde
- la sed y el hambre acechan.
- Y así mi patria extensa me recibe,
- pequeña América, en tu cuerpo.
-
- Aún más, cuando te veo recostada
- veo en tu piel, en tu color de avena,
- la nacionalidad de mi cariño.
- Porque desde tus hombros
- el cortador de caña
- de Cuba abrasadora
- me mira, lleno de sudor oscuro,
- y desde tu garganta
- pescadores que tiemblan
- en las húmedas casas de la orilla
- me cantan su secreto.
- Y así a lo largo de tu cuerpo,
- pequeña América adorada
- las tierras y los pueblos
- interrumpen mis besos
- y tu belleza entonces
- no sólo enciende el fuego
- que arde sin consumirse entre nosotros,
- sino que con tu amor me está llamando
- y a través de tu vida
- me está dando la vida que me falta
- y al sabor de tu amor se agrega el barro,
- el beso de la tierra que me aguarda.
-
- Oda y Germinaciones
-
- I
- El sabor de tu boca y el color de tu piel,
- piel, boca, fruta mía de estos días veloces,
- dímelo, fueron sin cesar a tu lado
- por años y por viajes y por lunas y soles
- y tierra y llanto y lluvia y alegría
- o sólo ahora, sólo
- salen de tus raíces
- como a la tierra seca el agua trae
- germinaciones que no conocía
- o a los labios del cántaro olvidado
- sube en el agua el gusto de la tierra?
-
- No sé, no me lo digas, no lo sabes.
- Nadie sabe estas cosas.
- Pero acercando todos mis sentidos
- a la luz de tu piel, desapareces,
- te fundes como el ácido
- aroma de una fruta
- y el calor de un camino,
- el olor del maíz que se desgrana,
- la madreselva de la tarde pura,
- los nombres de la tierra polvorienta,
- el perfume infinito de la patria:
- magnolia y matorral, sangre y harina,
- galope de caballos,
- la luna polvorienta de la aldea,
- el pan recién nacido:
- ay todo de tu piel vuelve a mi boca,
- vuelve a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,
- y vuelvo a ser contigo
- la tierra que tú eres:
- eres en mí profunda primavera:
- vuelvo a saber en ti cómo germino.
-
- II
- Años tuyos que yo debí sentir
- crecer cerca de mí como racimos
- hasta que hubieras visto cómo el sol y la tierra,
- a mis manos de piedra te hubieran destinado
- hasta que uva con uva hubieras hecho
- cantar en mis venas el vino.
- El viento o el caballo
- desviándose pudieron
- hacer que yo pasara por tu infancia,
- el mismo cielo has visto cada día,
- el mismo barro del invierno oscuro,
- la enramada sin fin de los ciruelos
- y su dulzura de color morado.
- Sólo algunos kilómetros de noche,
- las distancias mojadas
- de la aurora campestre,
- un puñado de tierra nos separó, los muros
- transparentes
- que no cruzamos, para que la vida,
- después, pusiera todos
- los mares y la tierra
- entre nosotros, y nos acercáramos
- a pesar del espacio,
- paso a paso buscándonos,
- de un océano a otro,
- hasta que vi que el cielo se incendiaba
- y volaba en la luz tu cabellera
- y llegaste a mis besos con el fuego
- de un desencadenado meteoro
- y al fundirte en mi sangre, la dulzura
- del ciruelo salvaje
- de nuestra infancia recibí en mi boca,
- y te apreté a mi pecho
- como si la tierra y la vida recobrara.
-
- III
- Mi muchacha salvaje, hemos tenido
- que recobrar el tiempo
- y marchar hacia atrás, en la distancia
- de nuestras vidas, beso a beso,
- recogiendo de un sitio lo que dimos
- sin alegría, descubriendo en otro
- el camino secreto
- que iba acercando tus pies a los míos,
- y así bajo mi boca
- vuelves a ver la planta insatisfecha
- de tu vida alargando sus raíces
- hacia mi corazón que te esperaba.
- Y una a una las noches
- entre nuestras ciudades separadas
- se agregan a la noche que nos une.
- La luz de cada día
- su llama o su reposo
- nos entregan, sacándolos del tiempo,
- y así se desentierra
- en la sombra o la luz nuestro tesoro,
- y así besan la vida nuestros besos:
- todo el amor en nuestro amor se encierra:
- toda la sed termina en nuestro abrazo.
- Aquí estamos al fin frente a frente,
- nos hemos encontrado,
- no hemos perdido nada.
- Nos hemos recorrido labio a labio,
- hemos cambiado mil veces,
- entre nosotros la muerte y la vida,
- todo lo que traíamos
- como muertas medallas
- lo echamos al fondo del mar,
- todo lo que aprendimos
- no nos sirvió de nada:
- comenzamos de nuevo,
- terminamos de nuevo
- muerte y vida.
- Y aquí sobrevivimos,
- puros, con la pureza que nosotros creamos,
- más anchos que la tierra que no pudo extraviarnos,
- eternos como el fuego que arderá
- cuanto dure la vida.
-
- IV
- Cuando he llegado aquí se detiene mi mano.
- Alguien pregunta: Dime por qué, como las olas
- en una misma costa, tus palabras
- sin cesar van y vuelven a su cuerpo?
- Ella es sólo la forma que tú amas?
- Y respondo: mis manos no se sacian
- en ella, mis besos no descansan,
- por qué retiraría las palabras
- que repiten la huella de su contacto amado,
- que se cierran guardando
- inútilmente como en la red el agua,
- la superficie y la temperatura
- de la ola más pura de la vida?
- Y, amor, tu cuerpo no sólo es la rosa
- que en la sombra o la luna se levanta
- o sorprendo o persigo.
- No sólo es movimiento o quemadura,
- acto de sangre o pétalo del fuego,
- sino que para mí tú me has traído
- mi territorio, el barro de mi infancia,
- las olas de la avena,
- la piel redonda de la fruta oscura
- que arranqué de la selva,
- aroma de maderas y manzanas,
- color de agua escondida donde caen
- frutos secretos y profundas hojas.
- Oh amor tu cuerpo sube
- como una línea pura de vasija
- desde la tierra que me reconoce
- y cuando te encontraron mis sentidos
- tú palpitaste como si cayeran
- dentro de ti la lluvia y las semillas!
- Ay que me digan cómo
- pudiera yo abolirte
- y dejar que mis manos sin tu forma
- arrancaran el fuego a mis palabras!
- Suave mía, reposa
- tu cuerpo en estas líneas que te deben
- más de lo que me das en tu contacto,
- vive en estas palabras y repite
- en ellas la dulzura y el incendio,
- estremécete en medio de sus sílabas,
- duerme en mi nombre como te has dormido
- sobre mi corazón, y así mañana el
- hueco de tu forma
- guardarán mis palabras
- y el que las oiga un día recibirá una ráfaga
- de trigo y amapolas:
- estará todavía respirando
- el cuerpo del amor sobre la tierra!
-
- V
- Hilo de trigo y agua
- de cristal o de fuego,
- la palabra y la noche,
- el trabajo y la ira,
- la sombra y la ternura
- todo lo has ido poco a poco cosiendo
- a mis bolsillos rotos
- y no sólo en la zona trepidante
- en que amor y martirio son gemelos
- como dos campanas de incendio,
- me esperaste, amor mío,
- sino en las más pequeñas
- obligaciones dulces.
- El aceite dorado de Italia hizo tu nimbo,
- santa de la cocina y la costura,
- y tu coquetería pequeñuela,
- que tanto se tardaba en el espejo,
- con tus manos que tienen
- pétalos que el jazmín envidiaría
- lavó los utensilios y mi ropa,
- desinfectó las llagas.
- Amor mío, a mi vida
- llegaste preparada
- como amapola y como guerrillera:
- de seda el esplendor que yo recorro
- con el hambre y la sed
- que sólo para ti traje a este mundo,
- y detrás de la seda
- la muchacha de hierro
- que luchará a mi lado.
- Amor, amor, aquí nos encontramos.
- Seda y metal, acércate a mi boca.
-
- VI
- Y porque Amor combate
- no sólo en su quemante agricultura,
- sino en la boca de hombres y mujeres,
- terminaré saliéndoles al camino
- a los que entre mi pecho y tu fragancia
- quieran interponer su planta oscura.
- De mí nada más malo
- te dirán, amor mío
- de lo que yo te dije.
- Yo viví en las praderas
- antes de conocerte
- y no esperé el amor sino que estuve
- acechando y salté sobre la rosa.
- Qué más pueden decirte?
- No soy bueno ni malo sino un hombre,
- y agregarán entonces el peligro
- de mi vida, que conoces
- y que con tu pasión has compartido.
- Y bien, este peligro
- es peligro de amor, de amor completo
- hacia toda la vida, hacia todas las vidas,
- y si este amor nos trae
- la muerte o las prisiones,
- yo estoy seguro que tus grandes ojos,
- como cuando los beso
- se cerrarán entonces con orgullo,
- con doble orgullo, amor,
- con tu orgullo y el mío.
- Pero hacia mis orejas vendrán antes
- a socavar la torre
- del amor dulce y duro que nos liga,
- y me dirán: "Aquella
- que tú amas,
- no es mujer para ti,
- por qué la quieres? Creo
- que podrías hallar una más bella,
- más seria, más profunda,
- más otra, tú me entiendes, mírala qué ligera,
- y qué cabeza tiene,
- y mírala cómo se viste
- y etcétera y etcétera".
- Y yo en estas líneas digo:
- así te quiero, amor, amor,
- así te amo, así como te vistes
- y como se levanta
- tu cabellera y como
- tu boca se sonríe,
- ligera como el agua
- del manantial sobre las piedras puras,
- así te quiero amada.
- Al pan yo no le pido que me enseñe
- sino que no me falte
- durante cada día de la vida.
- Yo no sé nada de la luz, de dónde
- viene ni dónde va,
- yo sólo quiero que la luz alumbre,
- yo no pido a la noche
- explicaciones,
- yo la espero y me envuelve,
- y así tú, pan y luz
- y sombra eres.
- Has venido a mi vida con lo que tú traías,
- hecha
- de luz y pan y sombra te esperaba,
- y así te necesito,
- así te amo,
- y a cuantos quieran escuchar mañana
- lo que no les diré, que aquí lo lean,
- y retrocedan hoy porque es temprano
- para estos argumentos.
- Mañana sólo les daremos
- una hoja del árbol de nuestro amor, una hoja
- que caerá sobre la tierra
- como si la hubieran hecho nuestros labios,
- como un beso que cae
- desde nuestras alturas invencibles
- para mostrar el fuego y la ternura
- de un amor verdadero.
-
-
- EPITALAMIO
- Recuerdas cuando
- en invierno llegamos a la isla?
- El mar hacia nosotros levantaba
- una copa de frío.
- En las paredes las enredaderas
- susurraban dejando
- caer hojas oscuras
- a nuestro paso.
- Tú eras también una pequeña hoja
- que temblaba en mi pecho.
- El viento de la vida allí te puso.
- En un principio no te vi: no supe
- que ibas andando conmigo,
- hasta que tus raíces
- horadaron mi pecho,
- se unieron a los hilos de mi sangre,
- hablaron por mi boca,
- florecieron conmigo.
- Así fue tu presencia inadvertida,
- hoja o rama invisible
- y se pobló de pronto
- mi corazón de frutos y sonidos.
- Habitaste la casa
- que te esperaba oscura
- y encendiste las lámparas entonces.
- Recuerdas, amor mío,
- nuestros primeros pasos en la isla?
- Las piedras grises nos reconocieron,
- las rachas de la lluvia,
- los gritos del viento en la sombra.
- Pero fue el fuego
- nuestro único amigo,
- junto a él apretamos
- el dulce amor de invierno
- a cuatro brazos.
- El fuego vio crecer nuestro beso desnudo
- hasta tocar estrellas escondidas,
- y vio nacer y morir el dolor
- como una espada rota
- contra el amor invencible.
- Recuerdas,
- oh dormida en mi sombra,
- cómo de ti crecía el sueño,
- de tu pecho desnudo
- abierto con sus cúpulas gemelas
- hacia el mar, hacia el viento de la isla
- y cómo yo en tu sueño navegaba
- libre, en el mar y en el viento
- atado y sumergido sin embargo
- al volumen azul de tu dulzura?
- Oh dulce, dulce mía,
- cambió la primavera
- los muros de la isla.
- Apareció una flor como una gota
- de sangre anaranjada,
- y luego descargaron los colores
- todo su peso puro.
- El mar reconquistó su transparencia,
- la noche en el cielo
- destacó sus racimos
- y ya todas las cosas susurraron
- nuestro nombre de amor, piedra por piedra
- dijeron nuestro nombre y nuestro beso.
- La isla de piedra y musgo
- resonó en el secreto de sus grutas
- como en tu boca el canto,
- y la flor que nacía
- entre los intersticios de la piedra
- con su secreta sílaba
- dijo al pasar tu nombre
- de planta abrasadora,
- y la escarpada roca levantada
- como el muro del mundo
- reconoció mi canto, bienamada,
- y todas las cosas dijeron
- tu amor, mi amor, amada,
- porque la tierra, el tiempo, el mar, la isla,
- la vida la marea,
- el germen que entreabre
- sus labios en la tierra,
- la flor devoradora,
- el movimiento de la primavera,
- todo nos reconoce.
- Nuestro amor ha nacido
- fuera de las paredes, en el viento,
- en la noche,
- en la tierra,
- y por eso la arcilla y la corola,
- el barro y las raíces
- saben cómo te llamas,
- y saben que mi boca
- se juntó con la tuya
- porque en la tierra nos sembraron juntos
- sin que sólo nosotros lo supiéramos
- y que crecemos juntos
- y florecemos juntos
- y por eso
- cuando pasamos,
- tu nombre está en los pétalos
- de la rosa que crece en la piedra,
- mi nombre está en las grutas.
- Ellos todo lo saben,
- no tenemos secretos,
- hemos crecido juntos
- pero no lo sabíamos.
- El mar conoce nuestro amor, las piedras
- de la altura rocosa
- saben que nuestros besos florecieron
- con pureza infinita,
- cómo en sus intersticios una boca
- escarlata amanece:
- así conocen nuestro amor y el beso
- que reúne tu boca y la mía
- en una flor eterna.
- Amor mía,
- la primavera dulce,
- flor y mar, nos rodean.
- No la cambiamos
- por nuestro invierno,
- cuando el viento
- comenzó a descifrar tu nombre
- que hoy en todas las horas repite,
- cuando
- las hojas no sabían
- que tú eras una hoja,
- cuando
- las raíces
- no sabían que tú me buscabas
- en mi pecho.
- Amor, amor,
- la primavera
- nos ofrece el cielo,
- pero la tierra oscura
- es nuestro nombre,
- nuestro amor pertenece
- a todo el tiempo y la tierra.
- Amándonos, mi brazo
- bajo tu cuello de arena
- esperaremos
- cómo cambia la tierra y el tiempo
- en la isla,
- cómo caen las hojas
- de las enredaderas taciturnas,
- cómo se va el otoño
- por la ventana rota.
- Pero nosotros
- vamos a esperar
- a nuestro amigo,
- a nuestro amigo de ojos rojos,
- el fuego,
- cuando de nuevo el viento
- sacuda las fronteras de la isla
- y desconozca el nombre
- de todos,
- el invierno
- nos buscará, amor mío,
- siempre,
- nos buscará, porque lo conocemos,
- porque no lo tememos,
- porque tenemos
- con nosotros
- el fuego
- para siempre.
- Tenemos
- la tierra con nosotros
- para siempre,
- la primavera con nosotros
- para siempre,
- y cuando se desprenda
- de las enredaderas
- una hoja
- tú sabes amor mío,
- qué nombre viene escrito
- en esa hoja,
- un nombre que es el tuyo y es el mío,
- nuestro nombre de amor, un solo
- ser, la flecha
- que atravesó el invierno,
- el amor invencible,
- el fuego de los días,
- una hoja
- que me cayó en el pecho,
- yo una hoja del árbol
- de la vida
- que hizo nido y cantó
- que echó raíces,
- que dio flores y frutos.
- Y así ves, amor mío cómo marcho
- por la isla,
- por el mundo,
- seguro en medio de la primavera,
- loco de luz en el frío,
- andando tranquilo en el fuego,
- levantando tu peso
- de pétalo en mis brazos
- como si nunca hubiese caminado
- sino contigo alma mía,
- como si no supiera caminar
- sino contigo,
- corno si no supiera cantar
- sino cuando tú cantas.
-
-
- La Carta en el Camino
-
- Adiós, pero conmigo
- serás, irás adentro
- de una gota de sangre que circule en mis venas
- o fuera, beso que me abrasa el rostro
- o cinturón de fuego en mi cintura.
- Dulce mía, recibe
- el gran amor que salió de mi vida
- y que en ti no encontraba territorio
- como el explorador perdido
- en las islas del pan y de la miel.
- Yo te encontré después
- de la tormenta, la lluvia
- lavó el aire y en el agua
- tus dulces pies brillaron como peces.
-
- Adorada, me voy a mis combates.
-
- Arañaré la tierra para hacerte una cueva
- y allí tu Capitán
- te esperará con flores en el lecho.
- No pienses más, mi dulce,
- en el tormento
- que pasó entre nosotros
- como un rayo de fósforo
- dejándonos tal vez su quemadura.
- La paz llegó también porque regreso
- a luchar a mi tierra,
- y como tengo el corazón completo
- con la parte de sangre que me diste
- para siempre,
- y como
- llevo
- las manos llenas de tu ser desnudo, mírame,
- mírame,
- mírame por el mar, que voy radiante,
- mírame por la noche que navego,
- y mar y noche son los ojos tuyos.
- No he salido de ti cuando me alejo.
- Ahora voy a contarte:
- mi tierra será tuya, yo voy a conquistarla,
- no sólo para dártela,
- sino que para todos,
- para todo mi pueblo.
- Saldrá el ladrón de su torre algún día.
- Y el invasor será expulsado.
- Todos los frutos de la vida
- crecerán en mis manos
- acostumbrados antes a la pólvora.
- Y sabré acariciar las nuevas flores
- porque tú me enseñaste la ternura.
- Dulce mía, adorada,
- vendrás conmigo a luchar cuerpo a cuerpo
- porque en mi corazón viven tus besos
- como banderas rojas,
- y si caigo, no sólo
- me cubrirá la tierra
- sino este gran amor que me trajiste
- y que vivió circulando en mi sangre.
- Vendrás conmigo,
- en esa hora te espero,
- en esa hora y en todas las horas,
- en todas las horas te espero.
- Y cuando venga la tristeza que odio
- a golpear a tu puerta,
- dile que yo te espero
- y cuando la soledad quiera que cambies
- la sortija en que está mi nombre escrito,
- dile a la soledad que hable conmigo,
- que yo debí marcharme
- porque soy un soldado,
- y que allí donde estoy,
- bajo la lluvia o bajo
- el fuego,
- amor mío, te espero.
- Te espero en el desierto más duro
- Y junto al limonero florecido,
- en todas las partes donde esté la vida,
- donde la primavera está naciendo,
- amor mío, te espero.
- Cuando te digan: 'Ese hombre
- no te quiere", recuerda
- que mis pies están solos en esa noche, y buscan
- los dulce pequeños pies que adoro.
- Amor, cuando te digan
- que te olvidé, y aun cuando
- sea yo quien lo dice,
- cuando yo te lo diga,
- no me creas,
- quién y cómo podrían
- cortarte de mi pecho
- y quién recibiría
- mi sangre
- cuando hacia ti me fuera desangrando?
- Pero tampoco puedo
- olvidar a mi pueblo.
- Voy a luchar en cada calle,
- detrás de cada piedra.
- Tu amor también me ayuda:
- es una flor cerrada
- que cada vez me llena con su aroma
- y que se abre de pronto
- dentro de mí como una gran estrella.
-
- Amor mío, es de noche.
-
- El agua negra, el mundo
- dormido, me rodean.
- Vendrá luego la aurora,
- y yo mientras tanto te escribo
- para decirte: "Te amo'.
- Para decirte "Te amo , cuida,
- limpia, levanta,
- defiende
- nuestro amor, alma mía.
- Yo te lo dejo como si dejara
- Un puñado de tierra con semillas.
- De nuestro amor nacerán vidas.
- En nuestro amor beberán agua.
- Tal vez llegará un día
- en que un hombre
- y una mujer, iguales
- a nosotros,
- tocarán este amor y aún tendrá fuerza
- para quemar las manos que lo toquen.
- Quiénes fuimos? Qué importa?
- Tocarán este fuego
- y el fuego, dulce mía, dirá tu simple nombre
- y el mío, el nombre
- que tú sola supiste porque tú sola
- sobre la tierra sabes
- quién soy, y porque nadie me conoció como una,
- como una sola de tus manos,
- porque nadie
- supo cómo, ni cuándo
- mi corazón estuvo ardiendo:
- tan sólo
- tus grandes ojos pardos lo supieron,
- tu ancha boca,
- tu piel, tus pechos,
- tu vientre, tus entrañas
- y el alma tuya que yo desperté
- para que se quedara
- cantando hasta el fin de la vida.
-
- Amor, te espero.
-
- Adiós, amor, te espero.
-
- Amor, amor, te espero.
-
- Y así esta carta se termina
- sin ninguna tristeza:
- están firmes mis pies sobre la tierra,
- mi mano escribe esta carta en el camino,
- y en medio de la vida estaré
- siempre
- junto al amigo, frente al enemigo,
- con tu nombre en la boca
- y un beso que jamás
- se apartó de la tuya.
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