sábado, 25 de septiembre de 2010

las bienaventuranzas

Gran parte de la enseñanza de Jesús se ocupó de la conducta humana. En el sermón del monte se concentra de forma especial la enseñanza ética del maestro de maestros, que reúne las perspectivas tanto de una ética sapiencial como teológica.

Las bienaventuranzas transmiten palabras cargadas de fuerza, radicalidad, esperanza, convicción, contraste, autenticidad, compromiso y de una visión de vidas transformadas íntimamente, que manifiestan el gobierno de Dios y proclaman su reino.

´´Toda enseñanza ética de Jesús es sencillamente una exposición de la ética del Reino de Dios, de la manera en que los hombres se conducen inevitablemente cuando se colocan de hecho bajo el gobierno de Dios´´ (1)

Recorrido histórico de su interpretación

A lo largo de la historia, las bienaventuranzas y en su conjunto el sermón del monte, han sido objeto de muchos estudios que han intentado dar respuesta a varios interrogantes. Ante la cuestión de la radicalidad en las palabras de Jesús, surge una preocupación que lleva a preguntarnos si realmente puede vivirse esta “utopía cristiana” en medio de la complejidad de nuestro mundo hostil. Este esfuerzo de delimitar su aplicabilidad ha llevado ha distintas interpretaciones y explicaciones.
La iglesia antigua

Hasta el siglo V se considera que contiene la esencia de la moral cristiana, Jesús expone los preceptos que los discípulos deben llevar a la práctica en cuanto al como vivir, proponiendo un ideal de perfección. Algunos de sus representantes principales fueron Justino y Juan Crisóstomo.

El catolicismo medieval

A partir del s. XII, observamos el surgimiento de una “ética de dos grados”. Se entiende como un estilo de vida de perfección exigible solo al clero mediante preceptos y reglas monásticas. Entienden que la población laica, el cristiano ordinario, no puede llegar al ideal del sermón de la montaña, por tanto no tienen obligación de cumplir tales mandamientos.

La reforma

Lutero apela a la universalidad del sermón de la montaña, cuyos destinatarios son todos los hombres, aunque acepta que el sermón plantea unas exigencias que son prácticamente imposibles de cumplir en su totalidad, por ello piensa que la idea de Jesús al pronunciar estas palabras era la de hacer que el hombre tomase conciencia de su culpabilidad en cuanto a esta incapacidad de cumplimiento, aceptando su situación como pecador y reconociendo su orgullo e impotencia, abriendo así un camino hacia la fe auténtica y la gracia de Dios, haciendo una mención al estilo de Pablo en cuanto a la ley y la gracia.(2)

La era moderna

Alrededor del 1900 tras la revolución científica del renacimiento y la era de las luces se propone una visión conceptual del sermón, que incluye distintos matices propuestos por varios teólogos que han marcado de forma importantísima el pensamiento cristiano y teológico de nuestros días. Haré un breve repaso de los nombres más relevantes:

Wilhelm Herrmann

Defendió una ética del pensamiento moral, la aplicación es más a nivel de actitud interior que acción externa.

Friedrich Naumann

Siguiendo una interpretación histórica, limita el sermón a un tiempo, el siglo I y un auditorio limitado, sus discípulos.

Albert Schweitzer

Explica una ética interina, puramente escatológica, Jesús predica la inminente llegada del reino de Dios y por tanto sus exigencias radicales conforman una moral concreta limitada a este periodo(que comprendería desde su anuncio en el sermón del monte a su cumpilimiento final), pero tras la expectativa frustrada del anuncio del reino escatológico de Dios (que se esperaba que sucediese de forma inminente y obviamente no ocurrió) por lo que dirá que Jesús se equivocó, y como consecuencia directa su mensaje pierde sentido, no teniendo aplicación actual.

Dietrich Bonhoeffer

Refuerza la idea de seguimiento en la proclamación del mensaje de Jesús, descubriendo un nuevo matiz de un compromiso en la llamada a un seguimiento que debe darse en comunidad, no pudiendo ser vivido individualmente. También diferencia lo que entendió como “gracia barata” y “gracia cara”. “La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado”. “es cara porque le cuesta al hombre la vida, es gracia porque le regala la vida; es cara porque condena el pecado, es gracia porque justifica al pecador. Sobre todo, la gracia es cara porque ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo… es gracia sobre todo porque Dios no ha considerado a su Hijo demasiado caro con tal de devolvernos la vida, entregándolo por nosotros.” (3)

Leo Tolstoi

Afirmó una interpretación que resume “como una expresión de una ética de amor universal” (4) defendiendo una postura de rechazo a la violencia, abolición de los cargos públicos, la propiedad privada y las fronteras nacionales.

Estructura y forma literaria

Para facilitar la ubicación de las bienaventuranzas y su conexión con todo el mensaje de los evangelios, voy a detenerme un momento en centrar la estructura y forma literaria del evangelio, más concretamente del discurso del sermón del monte y por último haré un repaso general de algunos aspectos concretos en cuanto a estructura y forma literaria de las bienaventuranzas.

El sermón de la montaña y el evangelio de Mateo

Voy a centrarme en el texto de Mt., para el estudio de las bienaventuranzas ya que tras su lectura en paralelo con el texto de Lc., observamos como prácticamente todo el discurso de Lc. podemos encontrarlo en Mt. Se ha dicho que Mt. es por excelencia el evangelio de la iglesia. Escrito para instruir acerca de Jesucristo al nuevo pueblo de Dios. Se ofrece ante el lector como un texto de estructura básicamente didáctica. Es evidente que Mt. está más interesado en recopilar y presentar en su obra el pensamiento de Jesús que en dotarla de un contenido puramente narrativo. Consecuencia de este enfoque es que el evangelista haya transmitido un enriquecedor cuadro de la cristología de la iglesia primitiva, cuadro que puede resumirse en cuatro puntos fundamentales:

* Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, es el Mesías esperado por el pueblo judío.
* En Jesús, descendiente de David (1.6; 20.30–31; 21.9), se cumplen las profecías mesiánicas del AT.
* El pueblo judío no llegó a comprender cabalmente la categoría espiritual ni la profundidad de la obra realizada por Jesús en obediencia perfecta a la voluntad de Dios.
* El rechazo de Jesús, el Cristo, por parte del judaísmo palestino, proyectó el mensaje evangélico al mundo gentil, revelando de ese modo su sentido universal.

Un rasgo característico de este primer evangelio es su continua referencia al AT, con el objeto de demostrar que las Escrituras tienen su pleno cumplimiento en Jesús (1.22–23; 2.15,17–18,23; 4.14–16; 8.17; 12.17–21; 13.35; 21.4–5; 27.9–10). Mateo, más que Marcos y Lucas, menciona con frecuencia citas de la Ley y los Profetas (5.17,18; 7.12; 11.13; 22.40) y también hace referencia a tradiciones y prácticas religiosas judías vigentes en la época (entre otros, 15.2; 23.5,16–23).

También nos presenta a Jesús como el intérprete infalible de las Escrituras. Él es el Maestro sin igual, que desde la verdad y la autenticidad descubre lo falso de ciertas actitudes humanas aparentemente piadosas, pero en realidad llenas de avidez por recibir el aplauso público (6.1). Es especialmente interesante el trato que da al aspecto pedagógico de la actividad de Jesús. Mientras que Marcos y Lucas asocian las palabras de Jesús al momento concreto en que fueron pronunciadas, Mateo las escribe de modo ordenado. Las reúne en amplias unidades discursivas, se cree que fueron así compuestas con el objetivo de ayudar a los creyentes a aprenderlas de memoria (ya que la memorización era la herramienta de la que se valían fundamentalmente los judíos para retener la palabra de Dios). Entre estos discursos se encuentra el que nos ocupa. Estos sermones o discursos aparecen en el evangelio precedidos y seguidos por determinadas fórmulas literarias que sirven de marco (5.1–2 y 7.28).

El tema predominante en la predicación del Señor es el reino de Dios, generalmente designado en este evangelio como “reino de los cielos” y contemplado en su doble realidad presente y futura, “el ya, pero todavía no”. La proclamación de la proximidad del reino es también el anuncio que Jesús encarga a sus discípulos (10.7), a quienes, después de resucitado, les prometerá su presencia permanente en medio de ellos: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (28.20). Mateo escribe su obra siguiendo, en líneas generales, el esquema de Marcos, aun cuando a cada paso pone su sello personal en los textos que redacta. En cuanto a los materiales narrativos utilizados, si bien muchos son comunes a Marcos y sobre todo a Lucas, hay alrededor de una cuarta parte que aporta Mateo de manera exclusiva, que sugieren la influencia de los escritos de Qumrán y otras tradiciones orales.(5)

Los relatos de Mt. son más concisos que los de Marcos, son de un estilo severo y pulcro, y mantienen cierto tono ceremonial que induce a pensar en un escritor de formación rabínica. A ello contribuye la presencia en el texto de muchos elementos literarios que son típicamente hebreos.

Este evangelio, como todos los libros del NT, ha llegado a nosotros en lengua griega. Desde los primeros siglos de la vida de la iglesia, se viene discutiendo la posibilidad de que hubiera sido redactado inicialmente en arameo y traducido más tarde al griego; pero no hay constancia histórica alguna de que esto haya sido así. Lo cierto es que el texto griego de Mt. es el único que se conoce. Respecto al lugar y tiempo de composición del evangelio, no es posible fijarlos con exactitud. Muchos piensan que pudo haber sido escrito en tierras de Siria, quizás en Antioquía, después de que los ejércitos romanos destruyeran Jerusalén en el año 70.

Las Bienaventuranzas

Las bienaventuranzas constituyen una unidad en si mismas, son una pieza cerrada, compuesta cuidadosamente, podría decirse que su estructura tan sumamente equilibrada hacen de ellas uno de los textos más artísticos del N.T. Las bienaventuranzas se escriben siguiendo un esquema tripartito fijo, es decir, contienen : a) Una bendición ( “bienaventurados”); b) Un sujeto (“los”); c) Una oración causal (“porque”).

La primera y la última aparecen enmarcadas por la misma expresión: “porque de ellos es el reino de los cielos”, siendo estas las más largas, reforzando la importancia que como hemos dicho en el punto anterior, se le da al tema del reino de los cielos. Las primeras ocho bienaventuranzas se presentan como dos estrofas de cuatro, de igual extensión, la última es más extensa que las anteriores y posee una promesa en segunda persona del plural, estos dos últimos versículos podrían considerarse más bien como un anexo explicatorio que aplica lo dicho a los oyentes y permite una transición a la siguiente perícopa (“…vosotros sois la luz…”Mt.5.13-16). A las bienaventuranzas se las suele conocer según su forma literaria con la expresión “macarismo” (del griego makarios). Se pueden encontrar estos macarismos en multitud de obras literarias antiguas del A.T (Sal 1.1; cf. Sal 32.1–2; Pr 8.32, 34; Is 56.2), textos judíos, griegos, y otros textos del N.T ( Mt.11.6; 13.16; 16.17; 24.26; Lc. 1.45; 7.23; Jn.13.17; 20.29; Rom.4.7-8;… y siete de ellas en el Apocalipsis Ap.1-3).

La palabra bienaventurado, significa dichoso, feliz ( si enfatizamos el sentimiento subjetivo) o bendecido, digno de ser felicitado ( si resaltamos la actividad Divina).

Varias de las bienaventuranzas en este pasaje son paradojas: es decir, afirmaciones que parecen contradecir el sentido común, pero que aquí expresan los verdaderos valores del reino de Dios. Sin embargo como dice uno de los comentarios bíblicos que he consultado:

“Ni la palabra bienaventurados ni “felices” traducen adecuadamente ,´makarios´ que viene a ser, más bien, un término de felicitación o recomendación. Estas cualidades deben ser envidiadas e imitadas; son las que componen ”(6)

El texto podríamos decir cumple por tanto una función pragmática, suscitar gozo y alegría en medio de una situación que según los valores de la sociedad no serían de ninguna forma motivo de la más mínima alegría. En este contexto, el macarismo como forma literaria en el sermón del monte manifiesta los valores y conceptos morales de felicidad que conforman una sociedad o comunidad religiosa. Haciendo que el individuo que acepte tal macarismo entre a formar parte de ella, y en sentido contrario el que lo rechaza se auto excluye del grupo de bienaventurados. Se le concede pues a las bienaventuranzas “un valor sociológico al convertirse en “marca” de identidad y de delimitación social”(7)

Contexto

Antes de acercarnos al texto, nos será de ayuda citar algunos aspectos generales del contexto histórico y literario en que ubicamos estas palabras de Jesús, que nos faciliten una comprensión más profunda. Encontramos el discurso de las bienaventuranzas al comienzo del sermón del monte (porque Jesús subió a la montaña y desde allí dirige su mensaje a sus oyentes) en el evangelio de Mt. o si seguimos el texto en Lc., iniciando el sermón de la llanura (ya que dice que el Señor bajó de la montaña y desde ahí pronunció su discurso). En ambos encontramos una introducción que arroja un cierto ambiente de solemnidad a las palabras de Jesús: Mateo 5:1-2: “Y cuando vio las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a El. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:”(8) Lucas 6:20a: “Volviendo su vista hacia sus discípulos decía:” (9) “A esta correlación de la comunidad de los discípulos y el todo Israel corresponde, en el plano del ethos, una observación a la que se llega cuando se estudia detalladamente la instrucción moral de Jesús: es extraordinariamente difícil distinguir entre las instrucciones de Jesús dirigidas exclusivamente al círculo de los discípulos y aquellas otras destinadas a la totalidad de Israel.” (10)

Tanto Mt. como Lc. sitúan el sermón que contiene las bienaventuranzas al comienzo del ministerio público de Jesús, que en el evangelio de Mt. Encierra como hemos dicho, una visión general basada en la predicación del Reino, incluyendo una enseñanza que nos lleva irremediablemente a la acción, a la praxis de lo que constituye la voluntad de Dios para su pueblo, la esencia del anuncio del evangelio del Reino de Dios. “La praxis de los discípulos no es para Mateo un signo <ético> del nuevo mundo ya iniciado, pero tampoco es solo una <ética provisional>, entendida como el “ethos peculiar” del último y breve tiempo anterior al final. El sermón de la montaña es más bien la expresión pura, universal, de la voluntad de Dios en la línea de la ley y los profetas, es decir, tal como fue siempre. En este sentido formula las condiciones de admisión en el reino de Dios.” (11)

Mateo comienza su evangelio presentándonos una genealogía en la que sitúa a Jesús dentro de la trayectoria del pueblo de Dios, formando parte crucial de la historia de Israel. Asigna a Jesús el título de Mesias, matizando su descendencia de la línea real de David y a su vez de la promesa dada a Abraham.

En el relato de su nacimiento amplia algunos detalles en cuanto a la naturaleza y misión salvadora del Mesias Emmanuel. El capítulo dos, sitúa a Jesús dentro del marco socio-político de su tiempo. Refleja un contraste que resulta abrumador y terrible, al analizar la reacción de Herodes y el pueblo judío, que al enterarse del nacimiento del posible Mesias tratan de asesinarle mientras que un grupo de personas gentiles le buscan para adorarle. Esto conformará una de las “citas de cumplimiento” que encontramos en Mt., recordándonos la respuesta de los líderes judíos y del pueblo pidiendo la crucifixión de Jesús en contraste con muchos de los gentiles que recibieron el evangelio del reino.

En el capítulo tres vemos a Jesús junto a Juan en dos actos vitales que lo sitúan como Hijo de Dios dentro de la tradición profética, estos son el bautismo y tentación. Muestran en Jesús una actitud de obediencia y sometimiento a la palabra de Dios. Tras cumplir con la última profecía, volviendo a Galilea comienza su ministerio y su anuncio del reino de los cielos que se a acercado, abriendo una invitación al arrepentimiento y al seguimiento de Cristo, reuniendo un grupo de seguidores que responden positivamente ante el llamado del Maestro, dando comienzo a la constitución de la comunidad cristiana. Como nos dice M. Mayordomo en su tesis:“Cuando Jesús enuncia su mensaje lo hace como Mesias davídico-real, Hijo amado y aprobado de Dios como el Emmanuel que acompaña a los suyos. El SM sigue lógica y narrativamente la predicación del Reino y la invitación gratuita de seguimiento.” (12)

Interpretación

Consideraciones generales

Las bienaventuranzas pueden considerarse bien como una expresión de condiciones morales para entrar en el reino de los cielos o por el contrario verlas más bien como promesas de bendición escatológica. Por tanto a la hora de concretar el modo correcto de entender las bienaventuranzas nos encontramos con esta compleja discusión, ante la cual yo me quedo con una postura intermedia, que afirma que probablemente se da una mezcla de matices, tanto éticos (en los que el énfasis recaería en la descripción del discípulo idóneo) como escatológicos ( resaltando la oración causal de bendición divina), aunque es evidente que los v.10-12 dificilmente constituyen una condición de entrada al reino. También podríamos considerar la idea de una posible relación interna entre las bienaventuranzas, en que la primera surge como base principal y las otras simplemente completan, añadiendo luz sobre ella, ampliando el concepto de lo que significa ser “pobre en espíritu”.

Las bienaventuranzas
en espíritu (5.3)

En cuanto a los destinatarios de esta primera bienaventuranza se han dado distintas interpretaciones, yo resumiré brevemente las distintas posiciones que he podido recoger que nos aporten una idea lo más amplia posible de esta polémica expresión. El término “pobre” puede hacer referencia a un tipo de pobreza real, económica, material, refiriéndose a personas que carecen de dinero, como sugiere la traducción de la palabra griega “ptochós”, como la pobreza social más fuerte, aquel que tiene que mendigar. O puede tener un significado metafórico en cuanto a inferior, menesteroso, desvalido, miserable, entendiendo entonces una pobreza interior.(13)

La iglesia medieval (como he comentado en el punto III. B.) entendió esta referencia como pobreza voluntaria, acogiéndose a las reglas monacales seguidas por clérigos y monjes. Lo más complejo es el significado que se le da a la expresión “en espíritu” que en griego constituye un dativo “to pneúmati”. Si lo entendemos como espíritu humano, podría interpretarse como “pobre en virtud del propio espíritu” es decir un pobre voluntario; otra posibilidad sería entenderlo como “pobre por (influencia de) el Espíritu divino”. La posición más extendida es la que entiende el dativo como dativo de relación, lo que favorece la comprensión de la frase en sentido general o metafórico, que desplaza el sentido de espíritu divino, quedándose con la referencia a espíritu humano, por lo que depende del significado que demos a “pobre” y a “espíritu” entendemos que apela no solo a lo material, sino al ánimo, a la vida interior. Se presenta entonces a éstos pobres como necesitados de Dios, mendigos ante Dios, rechazando el característico orgullo fariseo de “riqueza espiritual” creerse ricos, autosuficientes ante Dios. Este concepto apuntaría a una actitud ética de humildad, marcando así una tendencia a la interiorización, haciendo difícil concretar si los humildes son pobres o ricos materialmente.

En esta primera bienaventuranza central como punto de partida y referencia para el resto, Jesús subvierte y en cierta manera frustra las expectativas de sus oyentes al definir los conceptos de felicidad y dicha en relación a los necesitados de Dios, destacando la libertad de desprendernos de la falsa religiosidad y apariencia espiritual para vestirnos de humildad, mostrando una actitud abierta a la obra de Dios en nosotros.

“Pobre significa no estar apegado con el corazón ni con los sentidos a los bienes, los poseas o no” (14) El reino de los cielos (aún por llegar, descrito con imágenes en parte escatológicas v.4-9), se les promete a éstos. Este reino que se manifestará completamente en el día de salvación, se anticipa en Jesús y su seguimiento de forma dinámica y activa, en la medida en que su pueblo (su iglesia) muestra y vive comprometida con los valores del Reino.

Los que lloran

Ampliando la descripción del carácter de los que hemos identificado como pobres o humildes, se referirá a ellos como los que lloran, se afligen o están tristes. Esta tristeza podría ver su origen en la tristeza que produce el arrepentimiento, aunque el verbo griego “pentheo” no es tan específico. Podría reflejar el llanto del que habla Is.61.1-2 por el destino de Jerusalén, o también puede relacionarse con el énfasis que se hace en cuanto a las persecuciones y sufrimientos que acarrea el seguimiento de Jesús.

Si seguimos la idea sugerida de pobreza espiritual, se puede entender que esta tristeza se desprenda del reconocimiento de las limitaciones e incapacidades humanas, no tanto en cuanto a un fracaso personal sino a la frialdad social, la falta de pasión por Dios y por el prójimo. La oposición de valores y de estilo de vida que predominan en el mundo hacen que los seguidores de Jesús no puedan encontrarse bien ni felices en medio de tanta hostilidad. Por tanto la tristeza o sufrimiento que surge del corazón del discípulo no es solo subjetiva, sino también objetiva, entendida como resultado de la oposición de este mundo que se rige por valores totalmente contrarios al reino.

El consuelo prometido llega a los pobres y humildes con el acercamiento del reino en la persona y ministerio de Jesús.

Experimentarán por tanto la verdadera consolación del reino aquellos que están incómodos dentro del sistema de valores que rige a nuestro mundo, encontrando como consecuencia de la aflicción en este mundo el gozo del reino de Dios, el consuelo divino.

“El Espíritu del Señor DIOS está sobre mí, porque me ha ungido el SEÑOR para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón,… …para consolar a todos los que lloran, para conceder que a los que lloran en Sion se les dé diadema en vez de ceniza, aceite de alegría en vez de luto, manto de alabanza en vez de espíritu abatido…” (15) Isaías 61:1-3

Los mansos

Parece ser una referencia directa al salmo37:11, salmo sapiencial que define al manso como no violento, el que confía en Dios y espera en él. Es el hombre justo y misericordioso, el pobre y humilde, que no tiene otra alternativa que depender de Dios, en contraste con los malos, los impíos, los violentos, los ricos, que en su egoísmo oprimen a su prójimo.

El manso no es uno apocado, sino el que en su pobreza y humildad se somete en dependencia total a Dios. La mansedumbre se entiende por tanto como producto de confianza y fe en Dios. P. Wickham ilustra esta expresión con la actitud sumisa y dócil que caracteriza a ciertos animales domesticados (16), que se dejan guiar por otros, en nuestro caso por Dios, descansando en la fortaleza de ser guiados por uno más sabio y más grande que nosotros.

Mateo usa dos veces más este termino en su evangelio para referirse al carácter de Jesús, a su compasión, bondad, misericordia (11:29) y a la carencia de violencia (21:5). La mansedumbre es algo así como la versión exterior y social de la pobreza espiritual. Según U. Luz se entendió en el lenguaje judeohelenista, en sentido de una actitud ética, que para quienes vivían en el ámbito de las lenguas semitas adquirió el significado de “humildes”, “afables”. (17)

La promesa de heredar la tierra, puede entenderse de forma literal en cuanto a la tierra de Israel en sentido nacionalista (que no se corresponde con la visión a los gentiles del evangelio de Mt.), o también de forma literal pero universal, entendiendo la tierra en general, o por último de forma figurada entendiendo la vida eterna. En el lenguaje del cristianismo primitivo se usa el verbo “heredar” en sentido escatológico. También en el AT encontramos una interpretación figurada o escatológica de la promesa de heredar la tierra (Jer.30.3; Ez 47.14; Is 60.21).

Los que tienen hambre y sed de justicia

Esta expresión sumamente gráfica, refleja más que un simple “apetito”, define una necesidad existencial y vital, describiendo la profundidad del deseo de vivir esta justicia que caracteriza al reino de Dios.

Una cuestión interesante es si este hambre y sed tienen un sentido pasivo (desear algo que nos falta) entendiendo que Jesús se refiera al anhelo humano de ver la justicia divina en sentido de juicio escatológico o activo (buscar algo activamente). Si tenemos en cuenta lo que dice más adelante en 6.33, podemos pensar que Mt. nos lleva a un matiz más bien activo. También puede relacionarse con la experiencia de la tentación en Mt.4, donde Jesús vemos que padece hambre literal, pero a pesar de ello no hace uso de su poder, sino que su obediencia al Padre constituye su comida (Jn.4.34).

Según el contexto veterotestamentario judío que como he señalado suele seguir Mt., la “justicia” tendría que ver con el desarrollo de una ética de obediencia a Dios. Un ejemplo claro de justicia como sometimiento al cumplimiento de una exigencia sería el acto del bautismo de Jesús por Juan el Bautista, Mt. 3:15 “Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.” (18)

La justicia de Dios como actividad humana no está al margen de Dios, sino que Él nos muestra su voluntad moral en Jesús, creando así la base ética de un comportamiento justo. “Esta justicia no es el tipo de moralismo que caracterizaba a los Escribas y Fariseos (5:20). La justicia en el pensamiento hebreo era un concepto amplio de relaciones justas, rectas y armoniosas entre las personas. Significaba el bienestar en el sentido más amplio. Se trata de una vida caracterizada por el amor, es decir, la disposición de vivir a favor del prójimo. Se trata del hombre cuyos deseos más profundos se orientan a favor de los demás; a favor de los demás; a favor de su bien, su paz, su salvación, en fin, la justicia.” (19)

La promesa de Dios en cuanto a saciar al hambriento, también tiene tradición veterotestamentaria en el trasfondo judío (Sal 107.9). La forma pasiva (“serán saciados”) indica que la actividad proviene de Dios, siendo él mismo quien sacia el esfuerzo por vivir una vida justa, íntimamente ligada a la justificación por gracia.

La justicia puede concebirse por tanto, como dirá U. Luz , como la práctica de un comportamiento que se halle de acuerdo a las promesas y condiciones del pacto divino. (20)

Los misericordiosos

La misericordia es un tema central de la espiritualidad judía, entendida no como un sentimiento interior de pena por los pobres o necesitados, sino como acciones concretas de misericordia (p.e las limosnas Mt 6.2-4).

Al hablar de misericordia nos aproximamos al concepto judío de “ley” contenida en el A.T, que define la idea, como diría Zimmerli, de “comportamiento afortunado”.

Los misericordiosos no son insensibles al dolor ajeno, sino que van más allá del sentimiento, actuando para aliviar este dolor ajeno.

En la promesa que sigue vemos una cierta reciprocidad entre la acción humana y divina, la misericordia de Dios hacia el hombre tiene su expresión en Jesús que a su vez manifiesta la dimensión humana de ésta como ejemplo a seguir. Como dirá Pr.17.5 los misericordiosos tienen como promesa gustar de la misericordia de Dios, que al igual que en las anteriores promesas puede entenderse que se anticipa ya en este tiempo pero que tendrá su cumplimiento pleno en el juicio misericordioso de Dios (2ªTim 1.18).

“No les basta su propia necesidad y escasez, sino que se hacen participes de la necesidad ajena, …tienen un amor irresistible a los pequeños, enfermos, miserables, a los anonadados y oprimidos, a los que padecen injusticia y son rechazados, a todo el que sufre… por muy terrible que sea el pecado la misericordia se acerca a ellos…regala su propia honra al que ha caído en la infamia y toma sobre sí la vergüenza ajena…solo una honra y dignidad conocen: la misericordia de su Señor, de la que viven…la misericordia del crucificado, si se les injuria por esto, son felices. Porque alcanzarán misericordia. La honra de Dios será llevar la vergüenza de los pecadores y vestirlos con su dignidad. Bienaventurados los misericordiosos, porque tienen al misericordioso por Señor.” (21)

Los limpios de corazón

En el lenguaje judío se entiende que el “corazón” es el centro del querer, pensar y sentir humano. La pureza o limpieza de corazón no significa la ausencia de pecado, sino más bien a una conciencia transformada, caracterizada por una actitud leal, sincera, auténtica, sin hipocresía, guiada por intenciones transparentes y expresada en un comportamiento íntegro, en el que teoría y practica se correspondan.

La promesa de ver a Dios describe la comunión más íntima posible del hombre con Dios. Denota un conocimiento pleno, con un claro referente futuro que conforma la esperanza escatológica del creyente, aunque también hay una dimensión presente, como nos dice Pablo: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (22) 1ªCorintios 13:12.

Los pacificadores

Algunos han interpretado el ser pacífico en términos de pasividad, sin embargo, por definición se traduce literalmente como “hacedores de paz” eirenopoioi,y se usaba para referirse a reyes que mediaban la paz entre enemigos a través de contratos o negociaciones, no se trataba por tanto de evitar conflictos de forma pasiva sino de trabajar activamente para la reconciliación de partidos enemigos.

El pacificador es por definición activista. Se esfuerza porque la justicia de Jesús irrumpa entre los hombres.

El concepto judío de paz es shalom, que incluye no solo una ausencia de conflicto armado, sino unas condiciones que conduzcan al bienestar de un pueblo en todas sus relaciones sociales y espirituales. De modo que los que trabajan por la paz o crean condiciones de “shalom” de Dios entre los hombres, participan de la misión de Dios en el mundo, “ y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.” (23) (Col.1:20).

Ser llamado o reconocido como hijo de Dios incluye, sin duda, ser declarados como hijos el día del juicio, pero también en el reino inaugurado por Jesús, los pacificadores ya serán reconocidos por su carácter como hijos. Los hijos de Dios son los que se asemejan a Él en el cumplimiento de su misión de shalom y reconciliación.

Como dice la oración que escribió Francisco de Asís, resumiendo las implicaciones de ser un “cristiano pacificador”:

“Señor, haz de mi un instrumento de tu paz, para que donde haya odio, ponga yo amor; donde haya mal, pueda llevar tu perdón; que donde haya discordia ponga yo armonía; donde exista error, ponga yo verdad; que donde haya duda ponga yo la fe; donde haya desesperación ponga yo esperanza; donde haya oscuridad ponga yo la luz donde haya tristeza ponga yo el gozo.” -Francisco de Asis.-

Los que padecen persecución

Aquí el verbo perseguir (dioko) se traduce como “cualquier forma de agresión verbal y física contra otra persona” (24), el motivo de la persecución es la justicia.

Esta bienaventuranza puede conectarse con la cuarta bienaventuranza, aquellos que ansían vivir en justicia y que ahora se dice que están dispuestos a sufrir por esta ética de vida de seguimiento y obediencia a Dios. Los bienaventurados son humildes, mansos, sensibles en cuanto al dolor ajeno, íntegros en su confianza en Dios, misericordiosos hacia los demás, mediadores entre enemigos, y a pesar de ello padecen persecución, parece ser que el comportamiento que recomienda Jesús es una provocación para los demás.

Mateo que elabora su evangelio en un momento histórico en que se han producido grandes persecuciones (como las que se vivieron en tiempos de Domiciano), entiende que la praxis de la vida como seguidor de Jesús, conlleva persecución e injuria. La promesa de recibir el reino tiene como en las anteriores (reflejando la idea de una unidad en las bienaventuranzas) un sentido escatológico y presente a su vez. “El reino inaugurado por Jesús se compone de aquellos que sufren en manos del mundo porque viven de acuerdo con una escala de valores contraria” (25)

La nueva bienaventuranza (vv.11-12) contrasta con la octava que le precede tanto por su estilo en prosa, su extensión, como por la alusión directa a los discípulos manifiesta en el uso de la segunda persona ( en vez de la tercera persona utilizada hasta ahora), que la distinguen claramente de ella. De forma que puede considerarse como explicativa de la anterior (v.10) y en general de todas las anteriores (v.3-10), y a su vez sirve de transición para los vv.13-16, que se dirigen igualmente a los discípulos.

El cambio que hace de pretérito perfecto pasivo del verbo “perseguir” a los que “padecen persecución” parece que busca hacer un énfasis sintáctico a un suceso pasado que repercute en el presente, indicando seguramente que los creyentes que leían el evangelio de Mt. padecían alguna forma de persecución ya que como he citado en el párrafo anterior, Mateo ve retrospectivamente la persecución de la comunidad de los primeros cristianos.

La relación que se establece entre los motivos que provocan la persecución, “por causa de la justicia” y “por mi causa”, deja entrever de forma natural una fuerte conexión entre la justicia del reino y la persona de Jesús. Aun cuando para un judío religioso el punto de referencia del comportamiento justo era la ley de Moisés, en este versículo se refuerza la relación de la justicia con el seguimiento de Jesús, estableciendo una clara relación entre ética y cristología.

Es también curioso el énfasis que hace con el doble imperativo “gozaos y alegraos” que en este apéndice sustituiría a la expresión “bienaventurados”, que se entiende que es resultado no de la persecución en sí, sino más bien de lo que se expresa en una situación así.

En estas palabras puede verse un cierto sentido de sucesión profética en los seguidores de Cristo. El hecho de identificarnos con el Jesús despreciado es identificarse con el Dios del AT que envió a sus profetas con un mensaje y una misión que llevar a cabo que les acarrearía persecución y sufrimiento.

“Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.” (26) -Santiago 5:10-11-

Esta identificación es también motivo de alegría y gozo porque no solo implica sufrimiento con el Nazareno o los profetas, sino un galardón como consecuencia lógica de habernos alineado con la causa o misión Divina en vez de con la que se vive en el mundo.

La ultima promesa recoge el sentido de las anteriores. Entendiendo que la recompensa no es algo a disposición del hombre, sino que es Dios el que consuela, sacia, da misericordia y hace hijos suyos. Es importante resaltar que no es cuestión de practicar la justicia del reino a fin de recibir la recompensa, sino más bien se trata de participar en el estilo de vida bienaventurado del reino, que conduce al gozo del reino cumplido, en el compromiso ético de una vida práctica de seguimiento a Jesús. “Si la recompensa fuese algo que la persona tiene que lograr, ganar o acumular con obras entonces no podría ser motivo de alegría y gozo en medio de padecimiento, más bien sería motivo de preocupación y esfuerzo religioso” (27)

Conclusiones

Después de indagar en el texto bíblico, reflexionar, familiarizarme con la interpretación que otros han hecho, extraer mis propias conclusiones, y ordenarlas para elaborar este ensayo, diré que me he quedado francamente impresionada ante la redacción que hace el evangelista de este inventario ético.

Al releer nuevamente esta porción de Mateo, he redescubierto palabras fascinantes del Maestro de Maestros. Haciendo un repaso general podría decir que cuando nos acercamos al texto, lo que se abre ante nuestros ojos es una larga lista de ocho bienaventuranzas, redactadas con una estructura idéntica, relativamente cortas, con un estilo rítmico, escritas en tercera persona, enmarcadas por la expresión “reino de los cielos”, divididas en dos estrofas; la novena bienaventuranza tiene claramente otro estilo: segunda persona, frases largas, prosa; que cierra con gran elegancia; es el punto culminante de la serie, pero a su vez una transición hacia la parte siguiente del sermón de la montaña. En cuanto a su contenido, se acentúan las disposiciones interiores, con expresiones como “de espíritu”, “de corazón”, “mansos”, “misericordiosos”, no refiriéndose a grupos sociales, sino a una disposición del alma, un estado del espíritu, una orientación de vida que seguir, en conclusión una disposición ética y moral.

Como vimos al hacer la reseña histórica, a menudo hemos malentendido las bienaventuranzas, pensando en ellas en sentido legalista de deber y recompensa, como si fuesen cosas que uno pudiese ponerse a hacer mediante un sencillo acto de voluntad, otras veces se han entendido como virtudes opcionales o consejos de perfección para cristianos que solo la élite será capaz de cumplir, como si hubiesen categorías de discípulos. Creo que es más acertado verlas como características de un estilo de vida propio del reino, que se espera que todos los miembros de la comunidad reflejen en su andar diario.

En Jesús se reconoce una integridad de todo su ser que le da autoridad, en Él se encarnan todas estas características del reino, la dicha del sufrimiento a favor de los pobres, los tristes, los cautivos, los ciegos y los oprimidos (como afirma en Isaías) que lejos de dar una visión idealista y un tanto utópica de la sociedad, las bienaventuranzas describen la persona humana de Jesús de forma realista y concreta, así como también a la comunidad que le sigue.

Las bienaventuranzas tienen un carácter ético en cuanto nos informan de los valores centrales del reino, que están en tensión y a veces incluso en abierta oposición con los conceptos de felicidad de nuestra sociedad de hoy.

Creo que en su sencillez radical Jesús nos presenta unas enseñanzas que encierran normas éticas realistas, posibles y pertinentes que conformen la base principal del carácter del discípulo. Se señala una ética para discípulos, para aquellos que deciden voluntariamente seguir a Jesús, una ética comunitaria, imposible de ser vivida desde el individualismo, una ética de testimonio, en la que se refleja la naturaleza de Dios, una ética de reconciliación, en esencia una ética de AMOR.

“Los pobres se encuentran en el salón de la alegría. Dios mismo enjuga las lágrimas de los que lloran, da de comer a los hambrientos con su cena. Los cuerpos heridos y martirizados están transfigurados, y en lugar de los vestidos del pecado y de la penitencia llevan la vestidura blanca de la eterna justicia. Desde esta alegría eterna resuena ya aquí un llamamiento a la comunidad de los que siguen bajo la cruz, las palabras de Cristo: bienaventurados, bienaventurados.” (28)

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