martes, 28 de agosto de 2012

OH, TEMPESTAD


Oh, tempestad, a dónde, a dónde me conduces, lleno de ti, 
girando en el vacío, arrebatado por tu cruel ventura. 
Yo quiero descansar, pero me avienta tu pulmón de violencia, 
me arrebata tu vértigo, a dónde, a dónde me conduces. 
Sobre tu móvil lomo avanzo, retrocedo, giro sobre mí mismo, 
todas las cosas que conozco y recuerdo se precipitan en tu vórtice. 
Ah, los pequeños animales que ahora están pegados a la tierra, 
que tu ímpetu ignoran, tu dominio, tu posesión voraz del hombre. 
Esta cima conquisto cada día, esta región de vendavales, 
este mundo infinito donde nada subsiste y todo permanece. 
Participo de este poder creador de seres, en sí mismo sin límites, 
me hundo en la pasión paridora del cosmos, me deseo, me elijo, 
desafío, asciendo entre castigos y catástrofes, y en lo alto, 
pongo mi libertad, la tuya, la de todos, la del mundo infinito. 
Oh, tempestad de formas! 
Que la estéril rutina no me encadene a su vil gramática, 
a su camino donde las estatuas ya son blancas vacas muertas, 
y los paseantes se saludan -qué tal, qué tal-, mientras adulan 
el pasado, y escupen juicios hacia el presente sin futuro, 
hasta que el día es una alberca de peces muertos y agua inmóvil. 
Dame la llama interior, dame la rebelión, dame lo real, 
dame la puerta abierta hacia los otros, 
dame aceptar activamente, 
libremente vivir aún lo que es necesario. 
Oh, aventura! 
De tus manos espero seguir recibiendo el bien perfecto 
de la súbita iluminación del rayo, 
de la ilusión que se derrumba como un muro. 
Dame vivir heroicamente, 
aunque este reto sea tan pequeño que cabe 
toda mi libertad en la forma interior de este verso.

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