lunes, 25 de marzo de 2013

QUE SOMOS

Cada uno de nosotros llevamos enterrado muy adentro de nuestra conciencia un fuerte sentido de identidad personal. A medida que crecemos y nos desarrollamos, nuestras opiniones y gustos cambian, nuestra perspectiva del mundo se levanta, surgen nuevas emociones. Sin embargo, a través de todo ello, nunca dudamos de que somos la misma persona. Tenemos esas experiencias cambiantes. Las experiencias nos suceden. Pero...¿qué es el nosotros que tiene las experiencias? Ese es el perdurable misterio del Yo.

Cuando nos entendemos con las otras personas, usualmente las identificamos con sus cuerpos y hasta una extensión menor, con sus personalidades; pero nos vemos a nosotros mismos completamente diferentes. Cuando alguien se refiere a 'mi cuerpo' es en el sentido de posesión, como en 'mi casa'. Pero cuando viene a la mente, eso no es tanto una posesión como un poseedor. Nuestra mente no es un mueble: somos nosotros.

La mente se mira, entonces, como un poseedor de experiencias y de sentimientos, el centro o foco de los pensamientos. Nuestros pensamientos y nuestras experiencias nos pertenecen a nosotros; las de ustedes les pertenecen a ustedes. En las palabras del filósofo escocés Thomas Reid: "Cualquier cosa que pueda ser este Yo es algo que piensa y delibera y resuelve, y actúa y sufre. No soy pensamiento, no soy acción, no soy sentimiento; soy algo o alguien que piensa, actúa y sufre".

¿Qué más natural para los teólogos que identificar el yo con la sustancia elusiva mental o con el alma? Todavía más..., como el alma no está localizada en el espacio, no se puede 'apartar' o diseminar, así que la integridad del Yo está asegurada; porque es una de las propiedades más fundamentales del Yo percibido que es indivisible y discreto. Yo soy uno individual y soy completamente diferente de tí (o de usted).

El concepto de la mente (o del alma) es, sin embargo, uno notoriamente difícil y puede envolver una paradoja. La pregunta ¿Qué somos? no es una pregunta fácil para responder. Aún más, la pregunta se tiene que responder si uno le da sentido a toda la idea de la inmortalidad. Si sobrevivimos la muerte...¿Qué es lo que esperamos sobrevivir? De acuerdo al filósofo David Hume, el Yo no es sino una colección de experiencias. Si adoptamos esta filosofía, la respuesta a la pregunta ¿Qué somos? es simple: Nosotros somos nuestros pensamientos y nuestras experiencias. Todavía..., hay un sentimiento de inquietud acerca de esto. ¿Pueden existir los pensamientos sin un pensador ? Y, ¿qué hay allí para distinguir tus pensamientos de mis pensamientos? En realidad, ¿qué quiere decir uno con mis pensamientos? A propósito, David Hume escribió más tarde acerca de su declaración anterior: "Después de una revisión más estricta de la sección que tiene que ver con la identidad personal, yo mismo me encuentro en un laberinto".

Tenemos que aceptar, entonces, que el concepto del Yo es nebuloso y que las experiencias recorren una larga vía para formar la calidad del Yo. Todavía más, si ellas no lo explican completamente. Algunos aspectos del Yo parecen descansar en el límite de la identidad personal. Por ejemplo. ¿en dónde vamos a localizar (figurativamente) las emociones? ¿Tenemos emociones (como tenemos un cuerpo), o son nuestras emociones una parte integral de nosotros? Es bien sabido que las emociones son fuertemente influidas por los efectos físicos, tales como la composición física de la sangre. Los imbalances hormonales pueden producir varios desórdenes emocionales. Las drogas pueden producir o deprimir una variedad de estados mentales y disposiciones emocionales (como lo sabe cualquier persona que consume alcohol). Más drásticamente, la cirugía del cerebro puede producir alteraciones mayores de la personalidad. Del otro lado, si se remueven todas las emociones, ¿qué queda? Los cristianos, por ejemplo, podrían aceptar difundir emociones negativas, pero desearía el alma retener sentimientos de amor y reverencia. Sentimientos moralmente neutrales como el aburrimiento, el vigor y el sentido del humor son presumiblemente debatibles.

De gran interés es la pregunta acerca de la memoria y de todo el problema de nuestra percepción del tiempo. Nuestra concepción de nosotros mismos está fuertemente arraigada en nuestra memoria de las experiencias pasadas. No está del todo claro que , en ausencia de la memoria, el yo retendría algún resultado cualquiera. Podría objetarse que una persona que sufre de amnesia puede aún preguntarse: ¿Quién soy?; pero eso no hace dudar por un momento que allí existe un 'Yo' a quien pertenece el 'quien'. Todavía..., un amnésico no ha perdido la memoria por completo. Él no tiene dificultad alguna, por ejemplo, en recordar el uso de los objetos de cada día, tales como las tazas y las cucharas, los autobuses y las camas. Además, su memoria de corto tiempo permanece sin afectarse: Si el decide caminar en el jardín, él no se va a preguntar, minutos más tarde, qué está haciendo allí .

Si una persona llega a perder su habilidad para recordar sus experiencias de aún unos pocos segundos, previamente, entonces su sentido de identidad se desintegraría completamente. Sería capaz de actuar o de comportarse coherentemente del todo. Sus movimientos del cuerpo no estarían coordinados en algún patrón consciente de acción. Él sería totalmente incapaz de hacer algún sentido de sus percepciones y no podría ún ordenar sus experiencias del mundo que le rodea. La noción completa de él mismo, sería caótica. Ningún patrón o la regularidad en los eventos sería aparente y ningún concepto de continuidad (especialmente continuidad personal) se podría mantener.

Por lo tanto, es a través de la memoria que realizamos un sentido de identidad personal y nos reconocemos como el mismo individuo día a día. A través de la vida habitamos un cuerpo; pero el cuerpo puede sufrir cambios considerables. Sus átomos son reemplazados sistemáticamente, como resultado de la actividad metabólica: crece, madura, se envejece y eventualmente muere. Nuestras personalidades también sufren cambios mayores. Sin embargo, a través de esta metamorfosis continua, creemos que somos uno y que somos la misma persona. Si no tuviésemos memoria de las fases tempranas de la vida, ¿cómo podría tener significado alguno el concepto de "la misma persona'salvo en la continuidad corporal? La dificultad que vemos aquí para el dualista (persona que acepta la separación o dicotomía del cuerpo y del alma) que cree en la supervivencia del alma es obvia. Si el alma depende del cerebro para el almacenamiento de la memoria, ¿cómo puede el alma recordar algo después de la muerte del cuerpo? Y si no puede recordad algo, ¿Con qué derecho le atribuimos una identidad personal?

No podemos comprender más la mente por referencia a las células o neuronas cerebrales, que lo que podemos comprender las células por referencia a su constitución atómica. Sería fútil investigar por la inteligencia o por la conciencia entre neuronas individuales, porque simplemente, el concepto no tiene sentido en ese nivel.

"Es el patrón dentro del cerebro, no el cerebro por sí mismo, el que nos hace lo que somos".

Aunque algunas de estas ideas pueden ser terribles o espantosas, ellas mantienen nuestra esperanza de que podemos producir un sentido ciéntifico de inmortalidad, porque ellas hacen énfasis en que el ingrediente esencial de la mente es la información. 

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