Si uno acepta la idea de que constituye un desafío fundamental para la 
educación de nuestro tiempo preparar a la gente para que prevea los 
cambios -y dé forma al futuro en lugar de tener que acomodarse a él -, 
salta a la vista la necesidad de un mejor conocimiento del modo de 
enseñar las habilidades de pensar  
 
 
 
¿Por qué enseñar a pensar? 
 
La mayoría de los científicos cognitivos se plantan ésta y las siguientes preguntas: 
¿ es posible enseñar a pensar? ¿ Es necesario? Desde distintos campos 
-psicología, educación, filosofía-, las respuestas lejos de ser uniformes, son en 
extremo variadas dando lugar a un intenso intercambio de argumentos tendientes 
-la mayoría de ellos- a fundamentar que la enseñanza de habilidades del 
pensamiento es no sólo posible sino necesaria. 
 
Si todos los humanos pensamos en forma natural, ¿por qué se habla de la 
necesidad de enseñar a pensar? David Perkins, investigador de Harvard responde 
(Beyer, 1987): 
 
El pensamiento cotidiano, al igual que el caminar ordinario, es algo que todos 
realizamos de modo natural. Pero pensar bien (good thinking), al igual que correr 
100 metros o escalar montañas, es una acción técnica completamente artificial. En 
varios sentidos, pensar bien va contra el carácter natural. Por ejemplo las 
personas tienden a no considerar el otro lado de la moneda’, o a no ver más allá 
de la solución que se le presenta de manera inmediata, a no ponderar el problema 
antes de escoger entre las posibles soluciones. 
 
Pensar bien significa hacerlo eficazmente, pensar con el fin expreso de hacer 
realidad algún objetivo específico. Es el tipo de pensamiento implícito en la 
resolución de problemas, en la formulación de inferencias, en la creatividad, en la 
toma de decisiones, etcétera; también se le conoce con el término “pensamiento 
crítico” (Halpern, 1989) e incluye un componente “crítico” o metacognitivo, es 
decir, pensar sobre el pensamiento. Por ello, el interés de los investigadores 
 
cognitivos se centra en un pensamiento intencionado, resuelto y orientado hacia 
un objetivo. Se le considera sinónimo de reflexionar, ponderar, razonar o deliberar 
(Nickerson, Perkins y Smith, 1994). 
Estos autores explican que, aunque las analogías no demuestran nada, resulta 
clarificador comparar las habilidades motrices con las del pensamiento, ya que a 
todas luces ambas se pueden enseñar, practicar y aprender. No se pretende 
ignorar que el potencial intelectual tiene cierta dosis de carácter innato, ni afirmar 
que todas las personas pueden desarrollar el mismo grado de competencia 
intelectual con sólo darles la misma experiencia de entrenamiento. Se trata de 
reflexionar sobre el hecho de que es altamente probable que la mayoría de las 
personas tienen un potencial como para desarrollar habilidades del pensamiento 
muchísimo más eficaces, y que la disparidad existente entre ese potencial y la 
parte de él que se realiza es por lo general tan grande que la cuestión de las 
diferencias de la base genética es, en la mayoría de los casos, de una importancia 
muy secundaria. Si esta hipótesis es falsa -afirman los autores-, no es 
demostrable por ahora; en cambio, hay toda una serie de hallazgos alentadores 
que la apoyan. 
 
De cualquier manera, la posibilidad de que se pueden enseñar las habilidades del 
pensamiento ha sido motivo suficiente para que investigadores y educadores se 
hayan esforzado por hacerlo realidad. “Si lo intentamos y descubrimos que eso no 
conduce a nada, el costo es sólo una minucia de esfuerzo dilapidado. Pero si se 
pueden enseñar y optamos por no intentarlo, el costo, traducido a potencial 
intelectual desperdiciado podría ser tremendo” (Nickerson. Perkins y Smith, 1994). 
 
En tanto que continúa el debate acerca de sí es posible o no mejorar las 
habilidades del pensamiento mediante su entrenamiento, se siguen acumulando 
evidencias respecto a los efectos positivos de cursos para enseñar a pensar, que 
son transferibles a una variedad de situaciones. Según Halpern (1989), existen 
varias fuentes de evaluación cualitativamente diferentes en torno a cursos para 
enseñar a pensar, las cuales apoyan la idea de que la habilidad de pensar con 
eficiencia puede mejorarse. 
 
Evaluaciones de programas diseñados para reforzar habilidades del pensamiento. 
El trabajo de Venezuela guió al mundo en su compromiso para mejorar las 
habilidades del pensamiento de los ciudadanos. Los resultados obtenidos 
(Horretoin, Nikerson, De Sánchez y Swets; 1986) revelan efectos positivos para 
los grupos que recibieron el tratamiento para mejorar las habilidades del 
pensamiento. Otros reportes revelan resultados similares (Shoenfeld, 1987, 
Walsh, 1981). 
 
Autorreportes de estudiantes. Investigaciones basadas en entrevistas a 
estudiantes que concluyeron cursos de habilidades del pensamiento, revelan que 
la mayoría consideró haber obtenido importantes avances. Los resultados deben 
tomarse en cuenta pese a que ese tipo de estudios no sea completamente 
confiable dado la subjetividad de la respuesta (Block y Taylor, 1984. Dansercan y 
Col, 1979). 
 
 
Mayores puntajes en pruebas de inteligencia. Se ha demostrado que la gente 
obtiene puntajes más altos en tests de inteligencia, después de participar en 
cursos para desarrollar habilidades del pensamiento. 
 
Desarrollo cognitivo. En investigaciones realizadas con estudiantes universitarios 
que han recibido cursos sobre resolución de problemas se encontró que dichos 
estudiantes arribaron a etapas nuevas de su desarrollo cognitivo en comparación 
con los grupos que no recibieron el entrenamiento y que no evidenciaron cambios 
(Fox, Mars y Crandal 1963). 
 
¿Qué son las habilidades del pensamiento? 
 
Como sucede con cualquier material u objeto de enseñanza, para enseñar a 
pensar primero se tiene que saber o conocer lo suficiente sobre el objeto a 
enseñar, en este caso sobre el pensamiento. Del mismo modo, no se puede 
enseñar matemáticas si no se dominan las matemáticas. Por ello, los programas 
 -cuando menos los serios- para el desarrollo y enseñanza de habilidades del 
pensamiento se fundamentan en determinada teoría y modelo sobre el 
pensamiento, la inteligencia y el sistema cognitivo del individuo. La revisión de 
algunas teorías y modelos nos permite identificar ciertos puntos en común sobre la 
naturaleza del pensamiento. Los investigadores buscan establecer con precisión 
qué sucede en las mentes de los pensadores eficaces y diestros que los hacen 
distinguirse de los pensadores ineficaces. En su búsqueda se ocupan menos del 
contenido de determinado logro cognitivo -aprender a sumar, por ejemplo- y más 
de los principios subyacentes a la estructura, proceso y estrategias mentales que 
hacen posible tales logros -cómo se aprende a sumar-. Independientemente de las 
preferencias por un modelo u otro del funcionamiento de la mente (o del sistema 
cognitivo), puede establecerse que la mayoría de los investigadores reconoce, 
aunque con distinta denominación, la existencia de: 1) un componente activo de la 
mente conocido como los “procesos” o las “operaciones”, 2) un componente 
estático conocido como las “estructura” o los “esquemas” que están conformados 
por los conocimientos y la información adquirida y 3) un componente dinámico que 
permite vincular los dos anteriores y es conocido con el nombre de “estrategias”. 
Algunos autores ubican este último como parte del primero, pero lo destacan como 
un proceso de alto nivel de complejidad cognitiva. 
 
De acuerdo con De Sánchez (1990), los procesos pueden ser definidos como 
operadores intelectuales que actúan sobre los conocimientos para transformarlos 
y generar nuevas estructuras de conocimiento. Los proceso dan lugar al 
conocimiento procedimental, es decir, los procesos se descomponen en 
procedimientos los cuales generan estructuras mentales de tipo procedimental. 
Algunos procesos considerados básicos o elementales son: la observación, la 
comparación, la clasificación, etcétera; otros procesos, de mayor complejidad, son 
los implicados en la solución de problemas, la toma de decisiones, la creatividad, 
etcétera. 
 
 
Las estructuras, en cambio, son entidades cognoscitivas semánticas en torno a las 
cuales actúan los proceso; son la materia prima indispensable para que ocurran 
las operaciones del pensamiento: hechos, conceptos, principios, reglas, teorías, 
que conforman una disciplina o un campo de estudio; también son la información 
acerca de hechos o situaciones de la vida cotidiana. En este tipo de conocimiento 
semántico se ha centrado la enseñanza tradicional, un ejemplo de relación entre 
conocimiento semántico y procesos mentales es el siguiente: para comparar dos 
especies de seres vivos se debe contar con la información o conocimiento sobre 
las características de dichas especies, como con los conocimientos sobre cómo se 
realiza una comparación y, además se debe ser capaz de hacerla. 
 
Las estrategias se refieren al saber qué hacer y cuándo hacerlo, a qué clase de 
operaciones mentales se es capaz de aplicar ante diferentes situaciones de 
aprendizaje (Nikerson, et al, 1994). Las estrategias del pensamiento son 
mecanismos a través de los cuales se pueden relacionar los procesos y las 
estructuras, son heurísticos que dependen de las demandas del tipo de situación y 
del tipo de tarea; una misma estrategia puede servir a muchas situaciones, todo 
depende de que el sujeto seleccione uno o varios procesos que sean capaces de 
aplicar y que también sean los adecuados al tipo de situación y tarea. También se 
explica de este modo: los buenos pensadores no sólo cuentan con los procesos 
correctos, también saben cómo combinarlos dando lugar a estrategias útiles para 
resolver problemas. De hecho, ningún problema puede ser resulto mediante un 
solo proceso de pensamiento en forma aislada, por ello debemos aprender a 
combinar dichos procesos en forma productiva (Sternberg, 1987). Por ejemplo, si 
se les pide a los alumnos estudiar las características de varias especies de seres 
vivos, lo más probable es que los que carecen de entrenamiento en estrategias y 
procesos se dediquen a leer y tratar de memorizar la información, mientras que los 
más expertos realizarán alguna actividad que les permita comparar las diferencias 
y las semejanzas entre las distintas especies (por ejemplo, emplear un cuadro o 
matriz), aplicando de este modo el proceso mental (comparación) requerido para 
el tipo de trabajo intelectual demandado. 
 
Los procesos mentales existen por sí mismos en todas las personas, aun sin ser 
conscientes de ellos; sin embargo, dado que la aplicación de un proceso implica 
su transformación en un procedimiento, cuando se practica de manera controlada 
y consciente, produce la adquisición de una habilidad de pensamiento o sea la 
habilidad para utilizar dicho proceso. Entonces, la habilidad de pensamiento se 
adquiere mediante un aprendizaje sistemático y deliberado, mientras que el 
proceso u operación mental existe por sí misma en nuestros cerebros. 
 
Con frecuencia se había y se utilizan los conceptos de conocimiento y de habilidad 
sin establecer sus diferencias. Pensemos en la diferencia que existe entre tener 
información acerca de la manera de realizar una acción y tener la habilidad para 
realizarla. Por ejemplo, conocer la manera de hacer una clasificación jerárquica de 
un cierto conjunto de figuras geométricas y ser capaz de lograr establecer dicha 
clasificación a partir de la manipulación de los objetos. En el primer caso se tiene 
el conocimiento acerca del proceso de clasificación y en el segundo la habilidad 
 
para realizar una operación del pensamiento sobre el conjunto de figuras con el 
propósito de generar un producto, esto es, la estructura jerárquica correspondiente 
 
 
 
Enfoque de la enseñanza de habilidades 
 
Hasta el momento no existe evidencia de que algún enfoque haya demostrado 
superioridad o mayor aceptación como el “método idóneo”, ni siquiera como el 
más prometedor. Podemos encontrar diferencias en un gran número de aspectos, 
entre ellos: 
 
.. Ausencia/presencia de fundamentación en teorías del desarrollo cognitivo. 
.. Énfasis en la presencia del maestro, o en los materiales didácticos, etcétera. 
.. Público destinatario: niños, jóvenes, adultos. 
.. Duración de la enseñanza 
.. Habilidades que trata de desarrollar. 
 
No se conoce una forma satisfactoria de clasificar los distintos programas para la 
enseñanza de habilidades del pensamiento, lo cual dificulta el análisis de los 
mismos. Los intentos que se han hecho por agruparlos advierten del riesgo de 
caer en algún grado de arbitrariedad y por lo tanto en ajustes de lo real, forzados 
por las categorías. 
 
Sin embargo, a partir de las dos formas o modalidades existentes para la 
enseñanza de habilidades del pensamiento, puede establecerse un nivel general 
de clasificación: 1) programas de enseñanza directa de habilidades, independiente 
de contenidos específicos curriculares, y programas de enseñanza de 
habilidades de manera integrada a contenidos específicos-curriculares. 
 
La modalidad de enseñanza es una categoría que permite considerar un gran 
espectro de cualidades y limitantes de cada programa. Según Sternberg (1987), 
éste es un punto de controversia: “La historia sin fin del tema de las habilidades 
del pensamiento parece consistir en el asunto de sí las habilidades del 
pensamiento deben estar separadas o integradas al currículo”. Este autor analiza 
las ventajas de cada tipo de programa. Los de enseñanza directa: 1) es menos 
probable que estén influidos por conocimiento basado en un plan de estudios y por 
lo tanto que se diluyan como programas específicos, 2) permiten a los estudiantes 
adquirir un claro sentido de qué son con exactitud las habilidades del 
pensamiento, evitando que mezclen con otros procesos de aprendizaje y por ello 
que lleguen a perder sus identidades y 3) las habilidades pueden ser evaluadas 
más fácilmente cuando se encuentran fuera de contenidos de áreas específicas. 
 
Los programas integrados, por su parte,  no requieren de un curso totalmente 
separado, que puede no entrar dentro de las prioridades de la escuela, 2) corren 
menos riesgos de proporcionar conocimiento inerte acerca de las habilidades del 
pensamiento, esto es, conocimiento que nunca es aplicado fuera de las clases de 
 
habilidades y refuerzan las habilidades del pensamiento a lo largo del 
curriculum, en lugar de transmitir el mensaje de que las habilidades del 
pensamiento son algo independiente o externo al plan de estudios. 
 
Tomando en cuenta las ventajas de ambas modalidades de enseñanza, resulta 
difícil optar por uno u otro enfoque; más bien podría argumentarse en favor de un 
modelo mixto en el que se enseñen habilidades del pensamiento en forma directa, 
al mismo tiempo que dichas habilidades se integran y refuerzan un curriculum o 
plan de estudios (Sterberg, 1987). Esta reflexión toca un problema central a ser 
considerado por cualquier institución educativa que intente enseñar habilidades 
del pensamiento cuando la enseñanza de las habilidades es directa, se requiere 
que los maestros de las materias convencionales del plan de estudios estén 
cuando menos, conscientes de que es lo que se enseña en los cursos de 
habilidades para que puedan reforzarlos, de lo contrario el efecto de estos cursos 
se verá entorpecido y disminuido. A su vez, cuando la enseñanza de habilidades 
se realice de manera integrada al curriculum resulta difícil esperar que todos los 
maestros de una escuela sean expertos en habilidades del pensamiento, tal como 
son en la materia que imparten.
 
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